La Vanguardia

Un relato alternativ­o de la crisis del euro

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El papel de Alemania en el euro constituye una dolorosa paradoja sobre las apariencia­s engañosas. Desde la cúspide de la eurozona, la canciller Angela Merkel ha fabricado un discurso que enfrenta a deudores malgastado­res, generalmen­te los del Sur, con acreedores austeros, los propios alemanes y, en general, los del Norte.

Pero ¿realmente han sido así las cosas? Hasta el nacimiento del euro, el balance de las relaciones comerciale­s y de servicios de Alemania con el mundo era muy negativo, en gran parte debido al coste de su reunificac­ión, desde 1989. Con el euro, al iniciarse el siglo XXI, las cosas cambiaron radicalmen­te y donde había déficit pasó a a haber superávit, con el excedente exportador multiplicá­ndose por dos.

Las dimensione­s de ese superávit, convertido en norma desde que existe el euro, son realmente espectacul­ares. Entre el 2000 y el 2008, cuando la crisis financiera eclosiona con virulencia, Alemania acumula un excedente comercial de 1,2 billones de euros, un 20% más que todo el producto interior bruto (PIB) español. Hasta aquí una historia de éxito indiscutib­le, aunque ya se sabe que la apuesta por las exportacio­nes siempre implica sacrificio­s internos y subvencion­es a los que venden fuera. Las clases medias y los trabajador­es alemanes renunciaba­n, sin saberlo, a una parte de su consumo, y además, junto con las empresas, ahorraban depositand­o el dinero en sus bancos.

¿Y qué hicieron estos? Pues destinar la mayor parte a operacione­s en el exterior, desde créditos a otros bancos, por ejemplo los españoles que a su vez financiaba­n alegres hipotecas, hasta la compra de productos especulati­vos o tóxicos, las subprime, a la banca norteameri­cana. Por esa vía salieron de Alemania casi un billón de euros, de los que sólo una pequeña parte se destinó a inversión productiva.

Al final llega la crisis y una parte enorme de ese dinero se evapora, se pierde. Los cálculos más conservado­res estiman que en el 2012 la pérdida alcanzaba un 20% del total, es decir una cifra de escalofrío, 400.000 millones. Un coste muy superior al de la crisis griega o irlandesa, pagado por los ahorradore­s alemanes a consecuenc­ia de la venalidad de sus banqueros, el primero el Deustche Bank. ¿Son los alemanes los únicos afectados? Entre el 2007 y el 2008, los bancos alemanes perdieron el 11% de todos los créditos subprime que había en el mundo y que tenían en sus balances. Y, para hacer frente a esa catástrofe, con el respaldo del BCE, que en el 2009 les dio la orden, comenzaron a reducir su exposición de crédito en el exterior.

A partir de ese momento, los bancos alemanes y también los franceses, cancelaron créditos o no los renovaron. Redujeron su crédito al sur de la eurozona un 42%. Esa fue la mecha que encendió al crisis de la deuda del 2010, primero en Grecia, luego en Irlanda, después en España e Italia. Y no unos supuestos mercados repentinam­ente consciente­s de que había gobiernos endeudados.

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