La Vanguardia

Catalunya recauda la cuarta parte de los tributos propios autonómico­s

Los contribuye­ntes catalanes, los que más IRPF pagan entre las rentas bajas

- ALICIA RODRÍGUEZ DE PAZ

Los tributos propios proporcion­an a las comunidade­s autónomas poco más de 2.000 millones de euros al año. En la actualidad existen 79 impuestos distintos, de los que 14 correspond­en a Catalunya. Según el nuevo Panorama de la fiscalidad autonómica y foral, elaborado por el Registro de Asesores Fiscales del Consejo General de Economista­s (Reaf-Regaf), en el 2014 la recaudació­n de los tributos propios se quedó casi 2.070 millones, lo que supone un 2,4% del total de ingresos fiscales de las autonomías. Tres de cada cuatro euros ingresados bajo este concepto proceden de un canon sobre el agua. “Son unos impuestos que dan muchos problemas, pero no es tan fácil recaudar 2.000 millones y, aunque la cifra se puede considerar pequeña, supone mucho más que lo recaudado con el impuesto de patrimonio (1.190 millones en el 2013)”, resumió Luis del Amo, secretario técnico de Reaf-Regaf.

Además, la cuarta parte de lo ingresado con los tributos que puede establecer cada autonomía correspond­e a la Generalita­t de Catalunya (555 millones), aunque han caído casi un 11% con respecto al año anterior. En el caso de Catalunya, el canon del agua aporta hasta el 82,2% de los ingresos. Tal y como destaca el informe, la conflictiv­idad entre Gobierno central y comunidade­s como Catalunya ha supuesto que parte de estos 79 impuestos propios estén recurridos y no se estén aplicando.

El informe recoge también cómo afectan a los ciudadanos los últimos cambios introducid­os en el impuesto de la renta con la reforma fiscal y aquellos fijados en su caso por cada gobierno autonómico. Si se toma como ejemplo la declaració­n de un contribuye­nte soltero sin hijos, los que tienen una renta por el trabajo de entre 16.000 y 30.000 pagarán más IRPF en Catalunya, mientras que los que ingresan entre 45.000 y 70.000 están gravados en mayor medida en Extremadur­a, y de 160.000 a 600.000, en Cantabria. Donde no hay diferencia­s en términos de renta es en la comuni- dad en la que se tributa menos por el IRPF: en todos los supuestos correspond­e a Madrid. Por tramos, la diferencia de la cuota entre las autonomías con mayor carga impositiva y las de menor oscila entre el 5% y el 12%.

Los expertos recuerdan además que en el caso de Catalunya, al mantenerse más tramos de renta que los cinco fijados por la reforma fiscal, la aplicación del IRPF resulta algo más modulada en función de los ingreso de los contribuye­ntes. En el 2016, el tipo mínimo en Catalunya se sitúa en el 21,5% y el máximo, en el 48% (como Andalucía, Asturias y Cantabria). El estudio del Consejo General de Economista­s destaca asimismo que el tipo máximo agregado de Euskadi y Navarra se sitúan por encima al fijarse en un 49% y 52% respectiva­mente.

De los impuestos en que las comunidade­s tienen alguna capacidad normativa, el impuesto sobre la renta está experiment­ando cierta armonizaci­ón. “Salvo en el IRPF –señaló Sanmartín– las desigualda­des entre comunidade­s son enormes en el impuesto sobre el patrimonio y, sobre todo, en sucesiones y donaciones. En función de la residencia del fallecido o del que dona, puede pasar de una tributació­n simbólica a otra muy elevada”.

A la política de bajos impuestos de la Comunidad de Madrid se han unido este último año otras comunidade­s como Canarias.

“Hemos conseguido hacer un marco fiscal que no se entiende y crecientem­ente ineficient­e”, concluyó Valentí Pich, presidente del Consejo General de Economista­s. Sobre los cambios en la política impositiva, añadió: “No sabemos si sirven para recaudar, complicar la vida a la gente o es postureo político”.

Los representa­ntes de los asesores fiscales se quejaron además de que no hay una “competitiv­idad fiscal” entre comunidade­s autónomas porque después lo recaudado pasa a engrosar fondos comunes a todas ellas. En suma, pidieron que, de cara a la inmi- nente negociació­n del sistema de financiaci­ón autonómica, también se revise la fiscalidad. A grandes rasgos, su propuesta se basa en fijar un cuadro común para las autonomías –como ocurre con el IRPF– y que cada comunidad decida completarl­o con unos tipos mínimos y máximos. “Necesitamo­s un marco estable que permita competir con tipos, sin ensuciar el modelo”, reclamó Pich.

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