La Vanguardia

‘Millennial­s’ contra ayatolás

Los jóvenes de Irán van mañana a las urnas como única forma de enfrentars­e a la gerontocra­cia que rige el país

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Vestido con una cazadora amarilla y unos vaqueros rotos, Aria intenta saltar con su patín sobre la baranda de unas escaleras, deslizarse y volver a caer sobre esta sin caerse. No tiene mucho éxito, pero no desiste. Es uno de tantos jóvenes, hombres y mujeres, que se divierten en la pista de acrobacias del parque del Fuego y Agua, en el corazón de Teherán. “Antes este tipo de deportes los practicába­mos en lugares menos visibles, pero hoy son públicos”, cuenta Aria, de 22 años, estudiante de ingeniería.

La imagen está a años luz de lo que se vive en Qom, al sur de Teherán y sede de los grandes representa­ntes del chiísmo, que influyen en cada aspecto de la política y la vida pública de la República Islámica. En las calles de esta ciudad en medio del desierto, los que no llevan el traje tradiciona­l de los clérigos o el chador profundo de las mujeres religiosas, van con camisa de manga larga y pantalón oscuro.

En un país lleno de contrastes, uno de los más imponentes es el que existe entre los ayatolás –la mayoría, de más de 70 años– que dictan la dirección del país, y la población menor de 35 años, que son más de la mitad de los iraníes. Pero lo que es frustrante para los iraníes que vivieron la revolución, que piensan que la intervenci­ón de la religión en sus vidas les robó su futuro, no parece serlo para la generación nacida después de la muerte de Jomeini, en 1989.

“Claro que sus decisiones afectan a casi todos los aspectos de mi vida, pero nací en este sistema y de una u otra manera vivo con ello”, dice Siomak, de 26 años. Podría dar cientos de ejemplos, pero destaca uno. Vive con su novia desde hace tres años y desde entonces no ha dejado de tener miedo a que los descubran. Evita que los trabajador­es del supermerca­do de la esquina o los vecinos pregunten demasiado. Los matrimonio­s blancos, como se conocen aquí, están en el punto de mira porque cada vez más parejas se van a vivir juntos sin casarse. “No creo que el castigo pueda ir muy lejos, pero podría afectar a mi trabajo”, cuenta este ingeniero que necesita un permiso oficial para trabajar. Y aunque no es optimista sobre el futuro, cree que los cambios llegarán con el proceso democrátic­o.

“Yo voto porque entendí que por ahora es la única manera con la que puedo cambiar algo”, asegura Golnar, una economista de 25 años que, como toda una generación, partici- pará mañana por primera vez en las elecciones parlamenta­rias y del Consejo de Expertos, un grupo de 88 estudiosos de la charia que tienen, entre otras tareas, la de elegir al sucesor del Líder Supremo. Y en consecuenc­ia, el camino que tomará Irán en el futuro. La mayoría de los integrante­s de este Consejo, con algunas excepcione­s, como el presidente Hasan Rohani, que aspira a ser elegido, superan los 70 años.

“Siento que mi voto es más valioso en el Parlamento que en el Consejo de Expertos, pues allí no creo que pueda cambiar la mentalidad de los clérigos”, dice Golnar. Explica que tuvo esperanzas de cambio cuando se pensó que el nieto del imán Jomeini, Hasan, podía ser ele- gido para ese Consejo. Aunque de familia tradiciona­l, este clérigo de 43 años encarna para muchos la transforma­ción de la sociedad iraní, pero su candidatur­a fue vetada por el Consejo de Guardianes, otra institució­n de la gerontocra­cia iraní.

“Hacen lo que quieren y luego pretenden que votemos porque lo necesitan para su propaganda”, dice Arash, de 27 años, que como otros jóvenes ha dejado de creer en la política. “Todos forman parte del sistema, incluidos los reformista­s. Y mi problema es que no creo en este sistema”, concluye este actor que pasa de los clérigos y se limita a vivir su vida como quiere, dice.

Mientras se toma un té en el centro de Teherán, Golnush asegura que su generación es mucho más pragmática que la de sus padres. “Nos educaron con sus libros religiosos, aprendimos a orar cuando nos decían y sabemos cómo lidiar con ellos”, dice esta joven de 23 años que asegura no sentirse víctima del sistema. Sus padres sí se sienten una generación perdida. Los más jóvenes, en cambio, “sabemos que podríamos vivir mejor, pero no nos obsesionam­os con ello”, añade.

Años atrás, Sadaf vivía en constante pelea con el régimen. Pero confiesa que perdió y dejó de votar. Luego vinieron las protestas del 2009, la represión y el periodo os-

CATALINA GÓMEZ ÁNGEL “Nos educaron, aprendimos a orar cuando nos decían y sabemos cómo lidiar con ellos”, dice Golnush

curo del presidente Mahmud Ahmanideya­d. “Di un paso atrás, dejé de protestar y empecé a votar. Y siento que el sistema ha hecho lo mismo: ha dado un paso atrás, ha dejado de meterse tanto en nuestras vidas”, dice Sadaf, artista plástica de 26 años.

La otra cara de esta generación es Ali, que atiende el almacén de ropa de su padre en el bazar de Qom cuando sale de la universida­d. “Para mi lo más importante es lo que diga Rahbar (el Líder Supremo de la Revolución)”, dice. Se declara listo para ir a luchar a Siria o Iraq en defensa de los valores del chiísmo. Sus primos ya han estado allí.

A Aria, el estudiante de ingeniería que hace piruetas con su patín, lo que más le molesta son los jóvenes radicales de su edad, agrupados en cada una de las universida­des del país. “Son peor que los viejos. Todo lo hacen a través y por la religión. Con ellos no hablo. Están locos”.

 ?? ABEDIN TAHERKENAR­EH / EFE ?? Una pareja circulando en moto por el centro de Teherán ante un cartel gigante del ayatolá Jomeini
ABEDIN TAHERKENAR­EH / EFE Una pareja circulando en moto por el centro de Teherán ante un cartel gigante del ayatolá Jomeini

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