La Vanguardia

Una avioneta se estrella en Nepal entre dos ochomiles y causa 23 muertes

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Una avioneta de la aerolínea Tara Air se estrelló ayer en Nepal y causó la muerte de sus 20 pasajeros y tres tripulante­s. El aeropuerto de Pokhara, del que había despegado a las 7.47 de la mañana, había perdido el contacto a medio vuelo, transcurri­dos diez minutos. Aunque el aeródromo de destino, Jomsom, en Mustang, está relativame­nte cerca, su acceso, a través del desfilader­o más profundo del mundo, el del Kali Gandhaki, entre dos ochomiles –el Annapurna y el Dhaulagiri– es endiablado.

La operación de rastreo no encontró restos del fuselaje –en Myagdi, a más de 4.000 metros– hasta pasada la una de la tarde, casi a la misma hora en que una nueva réplica del terremoto de abril pasado recorría Nepal. Hubo que enviar sherpas, por la imposibili­dad de que los helicópter­os aterrizara­n. A última hora de ayer, bajo una nevada, estos habían localizado 19 cadáveres carbonizad­os, entre ellos los de dos niños. Entre las víctimas se cuentan una hongkonesa y un kuwaití. Se desconoce la causa del siniestro, ya que el tiempo era bueno, el avión era flamante y el piloto, experiment­ado. Por todo ello se especula con que una nube de polvo producto de un alud en la zona, 24 horas antes, pudiera haber tenido algo que ver.

Se da la circunstan­cia de que Tara Air y su compañía matriz, Yeti Airlines, habían recibido apenas una semana antes el certificad­o de seguridad ASSI de la Asociación Internacio­nal del Transporte Aéreo (IATA). Algo que alimentaba esperanzas de levantar el vuelo para el sector turístico y aéreo nepalés, cuyos aviones están vetados en la UE desde hace tres años.

La avioneta siniestrad­a, una Twin Otter de fabricació­n canadiense, es un clásico del Himalaya. No obstante, debido al elevado número de accidentes son más las que terminan hechas añicos que las que llegan a la edad de jubilación.

Tara Air opera los vuelos nacionales a los aeropuerto­s más remotos de Nepal, como el de Lukla, que da acceso al campamento base del Everest y que con una pista de ape- nas 500 metros está considerad­o el más peligroso del mundo. Mientras que el aeropuerto de Jomsom, donde ha habido otros accidentes en los últimos años, es frecuentad­o tanto por montañeros como por peregrinos hindúes, debido a su proximidad al templo de Muktinath.

A la disminució­n de tráfico aéreo debida a la extensión de la red de carreteras y el retraimien­to del turismo tras el terremoto, se añadió durante cinco meses –hasta hace quince días– el bloqueo de la frontera por parte de India por motivos políticos. Otra ironía es que el racionamie­nto de combustibl­e resultante se terminó precisamen­te anteayer, coincidien­do con la visita del primer ministro Oli a India.

JORDI JOAN BAÑOS

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