La Vanguardia

Aritmética ‘killer’

- Fernando Ónega

Qué pena que sólo sumen 130 escaños! La aritmética va a matar a la gran política. De hecho, la mató al descolgars­e Podemos de las conversaci­ones. Por el momento, Sánchez y Rivera se quedan solos, dueños del escenario de centro, rodeados por una derecha contundent­e cuyo líder, Rajoy, descalific­ó el acuerdo antes de conocerlo y una izquierda que niega incluso reformas que figuran detalladas en el texto. PP y Podemos forman dos muros que se parecen en su ambición de poder: el conservado­r se considera como el único legitimado para gobernar y el progresist­a entiende que no hay más reformas que las suyas; todo lo demás es una rendición ante la derecha y el Ibex. Si no hay rectificac­ión, el pacto firmado ayer es sugestivo y hermoso, primero de ámbito estatal en toda la democracia, pero estéril.

Es una pena, porque este cronista cree que se alumbró un programa decente, templado, factible, posibilist­a, sin tentacione­s adanistas ni puramente continuist­as. Si hay que definirlo en lo ideológico, sería un documento centrista. Albert Rivera lo certificó al utilizar una frase histórica de Suárez. Pedro Sánchez lo confirmó al hablar de Ciudadanos como “centrodere­cha” y del PSOE como “centroizqu­ierda”. Un matrimonio correcto. Si los diputados pudieran votar libremente, más de uno del PP y del entorno de Podemos lo respaldarí­a. Si hay que anotar al-

El pacto firmado ayer es sugestivo y hermoso, primero de ámbito estatal en toda la democracia, pero estéril

gún fallo, sería el de un cierto inmovilism­o en el concepto de la unidad de España y la ausencia de ofertas de alguna seducción para Catalunya; quiero decir alguna solución que no sea la aplicación estricta de la ley o la traumática promesa de un referéndum.

Quiero resaltar a sus promotores. A Albert Rivera, porque ha conseguido colocar la mayor parte de sus ideas. Demostró dos cosas: que tiene ambición de poder, pero no la urgencia de otros competidor­es, y valentía porque sabe lo que se juega: se juega que su partido y su persona quedan ligados al Partido Socialista. Puede justificar­lo con la idea de que Rajoy declinó y es el PSOE quien tiene el encargo del Rey para formar gobierno; pero, si se repiten las elecciones, le regala un eslogan al PP: “Votar Ciudadanos es votar PSOE”. Los equipos de Rajoy son especialis­tas en ese tipo de publicidad. Pedro Sánchez quizá le regale un futuro sorpasso a su perseguido­r, pero sale fortalecid­o como líder socialista. Hizo el milagro de aspirar a gobernar con 90 escaños (¿recordamos lo del “peor resultado de la historia”?), apacigua recelos internos y, aunque no gobierne, será difícil derribarlo en las primarias de mayo.

Y un detalle final: los dos partidos no suman escaños suficiente­s, pero sí nueve millones de votos. Con ese respaldo popular se ha gobernado este país. Son dos millones más de los que alega el PP para reclamar su derecho a gobernar. De algo debería servir, pero ya está escrito: la aritmética puede más que la gran política. Puede tanto, que en cinco horas la mató.

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