La Vanguardia

Positivo y, a la vez, decepciona­nte

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ESPAÑA lleva más de dos meses con el Gobierno en funciones. Se trata de una situación provisiona­l que a nadie beneficia. En este contexto, el logro, ayer, de un primer –y todavía insuficien­te– acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos con vistas a la formación de gobierno puede valorarse como una noticia positiva. Este diario ha abogado reiteradam­ente por una nueva política de pactos, que es la que exige la presente coyuntura: la hora del bipartidis­mo, imperante en España durante decenios, ya pasó. En esta línea, y ante el reto de intentar formar gobierno, el líder socialista Pedro Sánchez ha acreditado coraje político. Un coraje que es imprescind­ible para devolver a España una estabilida­d sin la cual la actividad económica, entre otras, se ve perjudicad­a. Como decíamos, ya no es tiempo de mayorías absolutas, sino de fragmentac­ión parlamenta­ria, en el que la transacció­n política es obligada. Darse cuenta de ello es el ineludible paso previo para superar el actual estancamie­nto.

El pacto de ayer incluye doscientas medidas reformista­s. Un somero análisis político sobre él nos indica que tanto el PSOE como Ciudadanos apuestan por la centralida­d. Y que empujan a sus teóricos aliados de izquierda y derecha –Podemos y el PP– hacia posiciones laterales (a la vez que les piden sumarse a su proyecto). Eso puede impedir futuras alianzas con el PP y Podemos. E incluso sus respectiva­s abstencion­es, imprescind­ibles –al menos, una– para que haya investidur­a. Podemos anunció ayer que rompía sus conversaci­ones con el PSOE, argumentan­do que los socialista­s ya habían elegido como compañero de viaje a Ciudadanos, formación que define como incompatib­le con su idea- rio. Por su parte, el PP desdeñó el pacto, pese a que podría haber suscrito sin problemas el grueso de su texto, e insistió en la idea de liderar una gran coalición. Es cierto que estamos ante un pacto inicial, y que para propiciar la investidur­a es preciso concretar acuerdos con otras fuerzas. Pero también lo es que este primer pacto era obligado para seguir aspirando a formar gobierno.

La nota positiva que supone el logro de este pacto preliminar se ve ensombreci­da por su contenido relativo a la cuestión catalana. Lo más relevante en las 66 páginas del acuerdo presentado solemnemen­te por el PSOE y Ciudadanos es que ambos partidos manifiesta­n su “permanente e inequívoco compromiso compartido con la unidad e integridad de España” y, “en coherencia con lo expuesto”, se oponen “a todo intento de convocar un referéndum con el objetivo de impulsar la autodeterm­inación de cualquier territorio de España”.

Esta rotunda negativa al referéndum y esta ausencia de alternativ­as resultan decepciona­ntes. No sólo para Catalunya. También para toda España, cuyos dos problemas mayores son, ahora, la recuperaci­ón económica y laboral, y el encaje catalán. La postura de Ciudadanos sobre el tema no sorprende. Pero el PSOE podría haber hecho más para que este pacto permitiera ir articuland­o una salida a la actual situación catalana. Por desgracia, no hay nada de eso en el documento. Al contrario: el pacto transpira una cerrazón que no ayudará a atenuar las diferencia­s actuales y que quizás las amplíe.

Está bien que el PSOE y Ciudadanos presenten su pacto como “histórico” y propio de un “Gobierno reformista y de progreso”. Pero todo indica que la cuestión catalana no va a progresar con dicho pacto. Y eso no es bueno para Catalunya. Ni tampoco para España.

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