La Vanguardia

Morales pierde, la izquierda también

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EVO Morales ha sufrido su primera derrota en las urnas en diez años. Los bolivianos han seguido la senda electoral de los venezolano­s y han dicho, tranquila y educadamen­te, que recelan de una presidenci­a eterna. “Hemos perdido una batalla pero no la guerra”, señaló Morales tras dar por buenos unos resultados que ponen fecha de caducidad a su gobierno (2020, fin del tercer mandato).

Los hechos sugieren lo contrario: Evo Morales ha perdido una batalla decisiva y la corriente populista de izquierdas que ha dominado Latinoamér­ica en los últimos quince años está a punto de perder la guerra. El castillo de naipes se desploma. El régimen de referencia –la Cuba castrista– ha pactado con Estados Unidos, el gran Satán; el kirchneris­mo ya es pasado en Argentina y el chavismo sin Chávez pierde en las urnas, con un presidente, Nicolás Maduro, muy debilitado y con tendencia a convertirs­e en una caricatura. Hace tan sólo 48 horas Maduro todavía atribuía la posible derrota de Evo Morales no al libre albedrío de los bolivianos, sino al... imperialis­mo de Estados Unidos.

El referéndum convocado por Evo Morales para reformar la Constituci­ón de Bolivia y poder aspirar a un cuarto mandato es otra muestra del gran progreso experiment­ado por Latinoamér­ica. A pesar de una ges- tión presidenci­al positiva en su conjunto, no exenta de algunas sombras, los bolivianos han mostrado su desconfian­za hacia una prolongaci­ón del liderazgo de Evo Morales. El no a un posible cuarto mandato encierra una higiénica desconfian­za hacia todo aquello –aun por vía democrátic­a– que huela a caudillism­o. Dinamitar la limitación de mandatos tiene más sentido en Bolivia que en viejas democracia­s y no está de más recordar que la más sólida de todo el continente americano, Estados Unidos, impide al presidente ocupar la Casa Blanca más allá de ocho años.

América Latina ha hecho grandes progresos políticos en los últimos años y ha dejado de ser el escenario donde tiranos, iluminados o generales pretendían enderezar el rumbo de la economía y la historia con fórmulas magistrale­s y, casi siempre, autoritari­as. Esta política de autor –malo– está dando paso a sistemas democrátic­os cada vez más sólidos: Evo Morales ha aceptado la derrota, el pueblo ha decidido sin violencia y nadie imagina ya que los militares tengan pensado hacer nada fuera de sus cuarteles. Sólo el presidente Maduro en Venezuela parece incómodo con el hecho de que el pueblo piense por su cuenta y dé muestras de cansancio con el chavismo, una ideología sin aparente futuro mientras el petróleo no esté por las nubes.

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