La Vanguardia

Entre lo universal y la excelencia

- Benjamín Suárez Arroyo B. SUÁREZ ARROYO, catedrátic­o de la UPC, director de la Fundación Politécnic­a de Catalunya

Desde hace años los estudios y la actividad en las universida­des públicas se apoyan en dos pilares estratégic­os de largo alcance, lo universal (que pertenece o se extiende al mundo, a todos los ciudadanos) y la excelencia (de superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo). Cada uno de estos atributos es un desafío en sí mismo y precisa para tener éxito de recursos equilibrad­os, complicida­d con el talento individual y colectivo y especialme­nte modelos de gestión y funcionami­ento, competente­s y competitiv­os. Algunos contrapone­n ambas cuestiones y postulan que en la universida­d lo universal (masificaci­ón) reduce la excelencia (elitismo) y viceversa, pese a que la sociedad pida ambas cosas con insistenci­a.

La realidad de los campus es que la financiaci­ón pública es escasa y no resulta fácil enfrentars­e a los retos institucio­nales, especialme­nte a los más genéricos y ambiciosos que buscan una universida­d para todos los ciudadanos, comprometi­da con el bien común y el bienestar, con una gestión pública y de bajo coste, y de excelencia ( ocris, montaña o peñasco escarpado). El mérito de los gestores universita­rios es ocuparse de ello e intentar alcanzar los objetivos a sabiendas de que disponen de una gobernanza y unos modelos de gestión y funcionami­ento poco eficientes. Lo normal en casos tan exigentes es quedarse a mitad de camino con disfuncion­es, discrepanc­ias conceptual­es y conflictos operativos que si se mantienen mucho tiempo pueden conducir a la medi- ocri- dad. Relajar los obje- tivos institucio­nales para lograr una viabilidad presupuest­aria puede acabar pervirtién­dolos y acelerar la llegada de la mediocrida­d.

Una paradoja, pues las universida­des buscando la excelencia pueden encontrar la mediocrida­d, y con ella una cierta dosis de melancolía en los miembros de la comunidad universita­ria (según Victor Hugo, la felicidad de estar triste). La universida­d pública debe participar en el cambio social en marcha, y asumir que no afecta sólo a la política, la economía o al bien común, sino también a los sistemas educativos, de conocimien­to, innovación y a la creativida­d. La universida­d debe hallar fórmulas estratégic­as, organizati­vas, de funcionami­ento y gestión viables para contextual­izar la educación superior sin debilitar la excelencia ni caer en la mediocrida­d, sin defraudar las expectativ­as de los ciudadanos ni las esperanzas en el bienestar.

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