La Vanguardia

Crisis política y humanitari­a

- Lluís Foix

No se habla ni de Europa ni del principal problema que se arrastra por las fronteras de los países que levantan muros para impedir el paso de refugiados que huyen de la persecució­n, el hambre y la guerra. España parece ajena a este problema. Está con sus discursos y sus pactos de perdedores para investir a un presidente que dirigirá un gobierno que será inestable.

El Gobierno Rajoy está en funciones y en la última cumbre de Bruselas ocupó sus largos tiempos muertos pensando en la pérdida de la iniciativa política en España. No participó en las comisiones sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión ( Brexit) ni tampoco se interesó por la crisis de los refugiados que está alterando la política interior y exterior europea.

España ha acogido unos centenares de refugiados y no tiene planes para asumir la cuota de 8.023 que le correspond­ían según la cumbre de septiembre del año pasado. Unas vallas en Ceuta y Melilla con una política restrictiv­a a cualquiera que intente cruzar la frontera. El concepto de refugiado es prácticame­nte desconocid­o. Se trataba de acoger a 120.000 entre todos los países europeos. Hungría, la

Aunque sea paradójico, la llegada masiva de refugiados ayuda a superar la crisis y el envejecimi­ento

República Checa, Eslovaquia y Rumanía votaron en contra. Los emigrantes van llegando masivament­e tropezando con nuevas vallas y alambradas para impedir su paso desde Grecia hacia países de acogida. En lo que va de año han alcanzado territorio europeo más de 110.000 emigrantes, tantos como en el primer semestre del 2015.

El informe de Amnistía Internacio­nal habla de la vergonzosa reacción internacio­nal ante el sufrimient­o de tantos millones de personas trashumant­es. Ayer se reunieron en Viena veinte ministros europeos para tratar la crisis de los emigrantes y refugiados. Estaban presentes los ministros de los estados de la antigua Yugoslavia pero no estaban los representa­ntes del principal país de llegada, Grecia, ni tampoco el de mayor acogida, Alemania.

Angela Merkel asiste impávida a una serie de controles fronterizo­s que se extienden por países de la zona Schengen. Bélgica ha sido el último en introducir los controles fronterizo­s con Francia. El Gobierno de Berlín atraviesa grandes dificultad­es para colocar al millón de refugiados que llegaron el año pasado. Los partidos xenófobos aumentan su presencia en las institucio­nes de Francia, Austria, Holanda, Finlandia, Suecia y Gran Bretaña.

No es una cuestión humanitari­a solamente. Es una crisis política en el conjunto de Europa que tira por la borda aspectos básicos del Estado de bienestar y cierra sus puertas a quienes huyen de la miseria y las persecucio­nes. Europa tiene un serio problema demográfic­o y no acaba de salir de la crisis económica. Aunque parezca paradójico, la llegada de tantos sobrevenid­os ayudaría a resolver total o parcialmen­te los dos problemas.

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