La Vanguardia

Espriu y los toros

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El periodista José Guerrero Martín, que una temporada trabajó en la misma oficina que Salvador Espriu, me explicó que un día llegó un hombre con un gran paquete de libros para él: libros sobre peces abisales. Guerrero era de Valladolid y Espriu le andaba siempre preguntand­o sobre palabras y modismos de Castilla. El detalle de los peces abisales le dejó nocaut. Espriu quería saber y sabía de todo. Cualquier día, en una prosa de Les roques i el mar, el blau o en un poema de Les cançons d’Ariadna alguien encontrará que tal personaje se parece a un Melanocetu­s johnsonii o a un Stomias boa boa salido de uno de aquellos libros de peces de las insondable­s profundida­des del piélago.

El pintor Joan-Pere Viladecans me contó que una vez, en el bar Sol del paseo de Gràcia, junto a su despacho, Espriu le dijo: “Un día hemos de hablar de toros”. Quedó sorprendid­o porque Espriu no sólo conocía las ganaderías, sino también los encastes: los cruces para mejorar la raza. Viladecans recuerda que le habló de los encastes de Murube, Pablo Romero y Miura. Otra vez, en una exposición, Viladecans presentaba una obra titulada Compliment al poeta Fernando Villalón: un cuerno de toro que en la punta lleva escrita la palabra lluna. “Conozco a este poeta –le dijo Espriu– es un precedente muy interesant­e de García Lorca”. Villalón fue poeta y ganadero de reses bravas. He preguntado en el Centre de Documentac­ió i Estudi Salvador Espriu deAre- nys de Mar si, entre los libros que fueron de Espriu, había algunos de toros, tal como Viladecans recuerda haber visto en una ocasión. Han aparecido tres: Discurso de la caballería del torear de Pedro Mesía de la Cerda, La caza y los toros d’Ortega y Gasset y El arte del toreo y la bravura del toro de Domingo Ortega.

Todo esto viene a cuento porque el pasado fin de semana estuve leyendo la edición crítica de Les cançons d’Ariadna, que acaba de salir, y me picó la curiosidad el poema David el xarabaró. Es un poema de tema bíblico: el Rey David seduce a la mujer de uno de sus capitanes, la deja embarazada y manda al marido a un frente peligroso para sacárselo de encima. Lo consigue: lo matan. Pero Yahvé desaprueba el montaje. David siente remordimie­ntos de conciencia y por eso es el xarabaró, que en caló significa 2el afligido2. De noche, el capitán Uries, a quien ha puesto los cuernos, se le aparece como un toro de lidia. El poema tiene un aire dramático, con el rey David enloquecid­o, esperando la embestida de la muerte, que no curará su desazón. Y al mismo tiempo, como sucede a menudo en la obra de Espriu, tiene una vertiente grotesca, con el rey torero, que es también el loco del tarot, que cita al hombre engañado: “Eh, toro, ehé!”

El poema David el xarabaró se incorporó a la versión de Les cançons d’Ariadna de 1973. La edición del Centre Espriu de El arte del toreo y la bravura del toro de Domingo Ortega es de 1961, el Discurso de la caballería del torear de Pedro Mesía de la Cerda, de 1927, pero lleva el sello de una librería de lance. Es muy posible que el poema esté relacionad­o con la lectura de estos clásicos de la tauromaqui­a. Espriu, eres el más grande.

Espriu no sólo conocía las ganaderías, sino también los encastes: los cruces para mejorar la raza

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