Las máquinas que curan pero no consuelan
EN el Mobile World Congress sorprende la cantidad de aplicaciones que se presentan para poder tener información sobre nuestra salud. Una de ellas permite, con un dispositivo adicional, llevar a cabo un electrocardiograma en casa para descubrir si todo marcha bien en nuestro corazón. El coste de la sanidad es enorme –asciende al 40% del presupuesto de la Generalitat–, así que resulta evidente que la tecnología puede contribuir a rebajar esta factura en un futuro inmediato.
La prevención de enfermedades y la disminución de los ingresos hospitalarios gracias a los gadgets y a la asistencia robotizada facilitará que vivamos más años sin que la sanidad pública se colapse o arruine las arcas de las administraciones. En cualquier caso, toda la información de que podamos disponer en nuestro móvil o en nuestra tableta debe ser procesada correctamente por un médico. No sea que haya fallado la tecnología y tengamos un susto innecesario. Mark Twain decía que había que tener cuidado con los libros de salud, porque se podría morir por una errata de imprenta. En las páginas del diario se explica que los médicos catalanes celebrarán próximamente un congreso en el que debatirán sobre el manejo de las tecnologías, sobre los conflictos deontológicos que comportan o sobre las visitas on line. Una de las situaciones que empiezan a encontrarse los médicos es que cada vez son más los pacientes que le piden al profesional que los atiende, y con el que han establecido una buena relación, si pueden agregarlos a Facebook. Las relaciones entre médicos y pacientes están siendo condicionadas por la tecnología, con todo lo que tiene de bueno y de malo. Moisès Broggi, un médico sabio que llegó a centenario, declaró al final de su vida: “La medicina es arte y ciencia. Antes era todo arte, ahora es ciencia. Pero la ciencia resulta fría, son máquinas. Y las máquinas curan, pero no consuelan”. Una reflexión imprescindible en esta hora tecnológica.