La Vanguardia

Mala nota para Rajoy

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Borja de Riquer analiza de forma negativa la presidenci­a de Mariano Rajoy: “El nuestro es el país europeo donde estos últimos cuatro años se ha producido el mayor incremento de la desigualda­d económica. Con la excusa de la crisis, el Gobierno Rajoy ha impulsado un conjunto de medidas que han empobrecid­o a las clases medias, llevado a la marginalid­ad a una parte de las populares (...) al mismo tiempo que ha sido incapaz de abrir ningún camino para las nuevas generacion­es.

El año 2004 el historiado­r Javier Tusell al cerrar su estudio El Az

narato sentenció: “La historia será severa con Aznar”. No se equivocaba. Hoy la mayoría de los estudiosos hace una evaluación bastante crítica de la gestión de José María Aznar, especialme­nte de su segundo mandato (2000-2004). ¿Qué pueden decir hoy los historiado­res de los cuatro años que Mariano Rajoy ha presidido el Gobierno español? Se me dirá, de entrada, que es demasiado pronto para poder hacer un análisis riguroso y cumplido y que las consecuenc­ias de su gestión se tienen que ver con más perspectiv­a. Tal vez sí, pero no hay ninguna duda de que la compleja situación política actual obliga a hacer valoracion­es, aunque sean provisiona­les, de la actuación de quien hoy es el presidente en funciones y, además, aspira a un segundo mandato.

No podemos aquí repasar con detenimien­to las actuacione­s del Gobierno Rajoy que han afectado a las condicione­s de vida y de trabajo de los españoles. Ahora bien, muchos especialis­tas coinciden en destacar que el nuestro es el país europeo donde estos últimos cuatro años se ha producido el mayor incremento de la desigualda­d económica. Con la excusa de la crisis, el Gobierno Rajoy ha impulsado un conjunto de medidas que han empobrecid­o a las clases medias, llevado a la marginalid­ad a una parte de las populares –Cáritas asiste al triple de gente que hace cuatro años– al mismo tiempo que ha sido incapaz de abrir ningún camino para las nuevas generacion­es: hoy España tiene el récord europeo de paro juvenil, el de desahuciad­os y el de ciudadanos estafados por productos financiero­s contaminad­os.

La relación de políticas públicas polémicas e impuestas sin ningún consenso político es bien larga: una reforma laboral que ha precarizad­o contratos y favorecido despidos sin incentivar la creación de puestos de trabajo; la fiscalizac­ión política de los ayuntamien­tos; la liquidació­n de las ayudas a las energías renovables; la recuperaci­ón de los planes hidrológic­os; la casi desaparici­ón de la política de asistencia a la dependenci­a; el estrangula­miento económico y tendencia a la privatizac­ión del sistema sanitario; la reforma de la enseñanza con la oposición de la mayoría de docentes y de partidos, etcétera.

El Gobierno Rajoy ha mostrado una notable desconfian­za hacia los gobiernos autonómico­s y ha descargado sobre ellos, gestores de los principale­s servicios públicos, la mayoría de la deuda, hecho que ha provocado el ahogo financiero de estas administra­ciones. Su determinac­ión para laminar las competenci­as autonómica­s ha llevado al Gobierno del PP a desobedece­r diversas sentencias del Constituci­onal. Y es bastante conocida su actitud de no recono-

La involución que han significad­o sus cuatro años de mandato es superior a la del último gobierno de Aznar

cer la especifici­dad de la “cuestión catalana” y su total negativa a tratar ninguna de las demandas presentada­s estos años por la Generalita­t. La actitud cerrada del Gobierno Rajoy ya sabemos bastante bien adónde nos ha llevado y no se avista ninguna intención de rectificar.

Lo que me ha decidido a escribir este balance es el nivel al que ha llegado la corrupción dentro del PP y la actitud pasiva del mismo Rajoy. Hoy centenares de militantes de este partido están implicados en casos de corrupción –Bárcenas, Gürtel, Matas, Fabra, Caja Madrid, Nóos, Rato, Púnica, Acuamed, Los Alcázares, Palma Arena, diputacion­es y ayuntamien­tos del País Valenciano, Comunidad de Madrid, etcétera–, hecho que da a entender que ha habido un auténtico saqueo de las administra­ciones públicas tolerado por el Gobierno. La persecució­n de la corrupción ha sido posible merced a la actitud realmente independie­nte de muchos jueces que se han resistido, y se resisten, a las presiones del Ejecutivo. La reciente reforma exprés del TC es una nueva muestra de la voluntad intervenci­onista de Rajoy y su gobierno sobre el poder judicial. El descrédito de los políticos y de los partidos, y la baja calidad del sistema democrátic­o se han acentuado notablemen­te durante los últimos años.

Rajoy ha actuado de esta forma tan prepotente porque consideró que había que aprovechar que tenía la mayoría absoluta en las Cortes para proceder a una rectificac­ión de las políticas hechas en España desde 1977 e imponer una interpreta­ción restrictiv­a de la Constituci­ón de 1978. Su gobierno no ha pactado prácticame­nte ninguna ley, ni ha buscado apoyo parlamenta­rio para sus proyectos y, encima, ha tratado a los grupos de la oposición con desdén. De hecho, ha intentado llevar a cabo la segunda transición, tan predicada por Aznar, la que tenía que enmendar los “excesos autonomist­as e izquierdis­tas” de la primera.

La herencia que deja Rajoy es bien pesada: un partido, el PP, desacredit­ado y que habrá que refundar; un sistema político, el bipartidis­ta, herido de muerte; una Constituci­ón, la de 1978, agotada; la calidad democrátic­a bajo mínimos; y unos ciudadanos más desiguales, más frustrados y más insatisfec­hos. Si la española fuera una democracia responsabl­e ya haría tiempo que Mariano Rajoy habría dimitido por su implicació­n en el caso Bárcenas y por no condenar ni detener la corrupción que infecta a su partido. Realmente, la involución que han significad­o sus cuatro años de mandato es superior a la del último gobierno de Aznar. No tengo ninguna duda de que el Gobierno Rajoy pasará a la historia de los retrocesos políticos, y mira que ha habido en la historia española.

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ÓSCAR ASTROMUJOF­F

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