El enroque de Rita Barberá
COMO otros muchos políticos afectados directa o indirectamente por la corrupción, la exalcaldesa de Valencia y actual senadora, Rita Barberá, se ha enrocado tras la presunción de inocencia y el secreto del sumario, que son cuestiones judiciales, para eludir sus responsabilidades políticas en el escandaloso entramado de irregularidades y presuntos delitos que afectan a su gestión. Alegando que es “una persona honrada” y que nunca ha conocido una caja B, ni ha cobrado mordidas, ha asegurado que ni dimite ni se plantea hacerlo.
Mientras la operación Taula y la pieza separada por un presunto delito de blanqueo de dinero en el PP valenciano –por el que se halla investigado casi todo el grupo municipal de la ciudad de Valencia que ella presidió durante 24 años (entre 1991 y el 2015)– siguen su curso judicial a la espera de que el juez decida si pide el suplicatorio al Senado para encausar a Rita Barberá, la exalcaldesa compareció ante la prensa para mostrarse “indignada” por unas “acusaciones infundadas, maliciosas y profundamente falsas”, según dijo, y por el estado de “indefensión” en el que se halla por las filtraciones de un sumario secreto.
Tiene razón la senadora cuando se lamenta de las filtraciones, pero resultó contradictoria cuando se refirió a otros casos de corrupción, como el del 3% en Catalunya o el de los ERE en Andalucía, puesto que todavía no han sido juzgados y, además, han comportado la retirada de honores y dimisiones.
Lo que miembros de su propio partido y la sociedad en general, justificadamente indignada por los escándalos, le exigen a la blindada senadora es que asuma sus responsabilidades políticas, que por supuesto las tiene en el rosario de presuntos delitos que está investigando la justicia, como hace unos días asumió su correligionaria Esperanza Aguirre por los casos de corrupción que afectan al Partido Popular de Madrid. Quiso la señora Barberá marcar diferencias con la expresidenta de la Comunidad madrileña, diciendo que Aguirre había dimitido de sus cargos orgánicos y “yo no tengo ningún cargo” –dijo–. Pero, al margen de lo que decidan en su día los jueces, Rita Barberá tiene que dar cuentas, al menos, de las culpas in vigilando –como dijo en su momento Aguirre–, es decir, por los daños causados a terceros por descuido o defecto de vigilancia, o las culpas in eligendo, las que proceden de una desacertada elección de colaboradores y cargos públicos.
Pero lo peor de la actitud numantina de Barberá es el daño que le está haciendo a su propia formación, el PP, en un momento político muy delicado.