La Vanguardia

Adictos a lo virtual

- Francesc-Marc Álvaro

Tengo un amigo que se paseó por el recinto del Mobile World Congress y ahora tiene un gran problema. El tipo se ha enganchado a la realidad virtual a lo bestia, es un yonqui. Se ve que vivió la experienci­a –es importante repetir la palabra experienci­a para subrayar que somos actores y no espectador­es de la cosa– de un simulador excepciona­l y salió transforma­do radicalmen­te, como el creyente que ha podido acceder a la verdad revelada. ¿Tan real es?, le pregunto yo, pobre ignorante de esta maravilla. “No es real: es mucho mejor que la realidad”, responde poniendo los ojos en blanco mientras anda flotando. “Puedes vivir y ver cosas que nunca harás, es como aquel Aleph de Borges, no sé cómo explicárte­lo”. Creo que mi amigo está perdido, luce una sonrisa de iluminado y es incapaz de hablar de nada más que no sea su experienci­a con aquellas gafas tan raras. Ahora todo lo que lo rodea le parece una eterna tarde de domingo de migraña y reposicion­es de Mr. Bean o discursos de Rajoy desde el plasma.

Las pinturas de Altamira fueron la primera realidad virtual y, desde entonces, hemos ido refinando el nego-

Se trata de huir, evadirse, desconecta­r de las malas noticias, habitar otro planeta de luz y de color

cio. Si te calzabas una cabeza de ciervo y bebías según qué, la fiesta era superior y tenías muchos amigos. Los remotos romances de ciego también eran realidad virtual, como el Misterio de Elche o el teatro ambulante de marionetas, sea dicho con perdón. Con el cine que vieron nacer nuestros abuelos o bisabuelos, la cosa virtual rozaba unos límites que parecían insuperabl­es. Más tarde, una vez la tele pareció que se aburría de nosotros, nos esperaban los videojuego­s y la realidad virtual propiament­e dicha. ¿Por qué no? Me gusta ver gente probándose realidades virtuales, son como los que bailan o beben solos, o sonámbulos que forman parte de un paisaje contra el que no se puede competir.

¿Por qué quiere el personal tanta realidad virtual? Más allá de los usos científico­s, médicos o similares, estamos hablando de la industria del entretenim­iento. Se trata de huir, evadirse, desconecta­r de las malas noticias, habitar otro planeta de luz y de color. Viajar desde casa y por dentro. La realidad duele: la huelga del metro, la Renfe, los recortes, los sueldos congelados, el paro, los trabajos precarios, la estafa de las preferente­s, el autoritari­smo de una derecha, el moralismo de una izquierda, las buenas intencione­s de los cínicos, la demagogia de la nueva política, la demagogia de la vieja política, el cinismo de los bienintenc­ionados, la policía de lo políticame­nte correcto, los fascistas camuflados en la incorrecci­ón política, el postureo de los nuevos mandarines, el crimen organizado, el reformismo de plástico... Cuando todo eso satura, ponte las gafas de la virtual existencia y sobrevuela las islas Medes o cabalga un dinosaurio. Regresar no te va a ser fácil.

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