La Vanguardia

Bien el Arsenal y dos más

- José María Brunet

Messi se quitó el otro día ante el Arsenal una espina que llevaba clavada hace tiempo. Nunca le había metido un gol al portero Cech, ni en su equipo actual ni antes, en el Chelsea. Y el pasado martes le perforó la meta dos veces. Una, de penalti, que tal como los tira el Barça últimament­e tiene más emoción.

Al final del partido, Cech se acercó a Messi, le tendió la mano y lo estrechó en un abrazo, mientras ambos sonreían. Inimaginab­le en otros partidos con otros equipos que entienden la rivalidad como enemistad. Fue Cech quien buscó a Messi, después de recibir sus dos castañas. El guardameta del Arsenal habría podido sentirse frustrado ante el menudo artillero, al que le saca varios palmos. Pero le abrazó sonriendo. ¿Podría suceder algo parecido con otras estrellas que han ganado el Balón de Oro? Y otra pregunta. ¿Esas estrellas rutilantes generan el mismo respeto personal, aunque sean guapos y ricos?

Por suerte, el de Cech no es un caso aislado. Celta de Vigo y Unión Deportiva Las Palmas han dado recienteme­nte sendos ejemplos de deportivid­ad y señorío en sus encuentros de Liga con el Barça. Merece la pena destacarlo, porque no hay que perder la fe. La dignidad y el buen hacer no han desapareci­do del deporte de alta competició­n. Ni siquiera del fútbol, donde tantos intereses –en especial económicos– se dirimen en los grandes partidos, y más aún si se trata de eliminator­ias. La suerte es que junto a los malos ejemplos, cada día hay más casos positivos.

El fútbol actual es muy físico, como suele decirse, pero eso no significa que todo el mundo aproveche ese pretexto para justificar la falta de corrección. Todavía hay equipos que saben medirse contra un rival favorito sin acudir a

El portero del Arsenal se acercó a Messi, que nunca le había batido, y lo abrazó tras haber encajado dos goles

la leña. Todavía hay excelentes profesiona­les que saben contener su impotencia frente a un oponente superior. No todo el mundo explota como lo hizo Ujfalusi cuando jugaba en el Atlético de Madrid, en el partido del Vicente Calderón en el que lesionó a Messi de considerac­ión, ni como estuvo a punto de hacerlo en ocasión muy reciente Filipe Luis, embutido en la misma honrosa camiseta.

Los ejemplos dados por los jugadores del Arsenal, Celta y Las Palmas son plausibles. En el primer caso, no sólo por el modo en que encajaron la goleada que les habían infligido, sino también por la reacción del equipo ante el penalti que Messi le dejó a Suárez con un suave toque, aunque era para Neymar. Al respecto no hubo ni una mala palabra. Y en el segundo caso, por la limpieza con que los canarios pelearon ante un Barça que acabó pidiendo la hora. Se batieron como leones, con una plantilla basada en la cantera, que aún tiene más mérito. Lo dicho, no hay que perder la fe. Sigue habiendo espacio para la nobleza en el deporte.

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