Algunas críticas a los movimientos ‘slow’
Se están escuchando estos días en el ciclo de conferencias Nuestro tiempo que organiza el CCCB algunas críticas a los movimientos slow –el pionero fue el slow food, creado hace ya tres décadas–, no por lo que significan, sino porque difícilmente pueden constituir un motor de cambio general. La socióloga británica Judy Wacjman considera que han surgido como estrategias de resistencia válidas para una élite. “Los veo –indica– como movimientos burgueses que legitiman la velocidad en otros sectores de la sociedad”. En esta línea, indica que es mucho más efectivo para todos luchar por políticas públicas que cambien la distribución del tiempo en la vida cotidiana o que limiten los horarios en los que se pueden enviar watsaps vinculados con el trabajo. Con ironía señala que muchos espacios de comida rápida sirven paradójicamente para que la gente joven se reúna, hable y socialice. Y esto es bueno. Pero pese a estas críticas (moderadas) sobre el elitismo de estos movimientos, se admite y se aplaude que ayudan a reflexionar sobre cómo vive la sociedad actual, y el hecho de plantear esta reflexión ya puede ser motor de cambio. “Las filosofías de la lentitud –indica el sociólogo Salvador Cardús– van en la línea de reapropiarse del tiempo, de recuperar la soberanía sobre un tiempo propio”. Aunque también apuesta por respuestas colectivas.