La Vanguardia

Una nueva aventura editorial

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De la mano de Federico es uno de los títulos de una nueva editorial barcelones­a especializ­ada en la no ficción, Arpa Editores, nacida en febrero y comandada por el veterano Joaquim Palau (ex RBA) y su hijo Álvaro –el nombre procede de la primera sílaba de los dos apellidos familiares, Arvizu y Palau–. Afirman que su objetivo es “defender el valor literario del ensayo” y contribuir al “desarrollo de una cultura política y social renovadora” con textos del campo de las ciencias sociales y humanidade­s. Algunos de sus primeros títulos son Contra la hegemonía de la austeridad de Stuart Holland, De cómo tratar con las personas de F. Knigge, Las mil caras de Anonymous de Gabriella Coleman o Un mal poema ensucia el mundo de Joan Margarit. Su idea es publicar dos títulos por mes, dirigidos a un público “amplio y transversa­l” que esté habituado a la lectura, emprendedo­r y con curiosidad intelectua­l. cajones vacíos que descubres y no sabes cómo llenarlos. Y que sabes que has de llenar de una cosa nueva que no tienes. Fui a ver a mi maestro, Giorgio Strehler, que naturalmen­te no me dio la solución, los maestros te dan un enigma para que la busques. Me dijo que tenía que vivir con eso. Hacer teatro no es una profesión, es un estigma. Hay momentos positivos y otros de destrucció­n.

¿Encontró la solución?

Sí, montando otro Lorca, Comedia

sin título.

¿Cuál es el espectácul­o de Lorca más importante para usted?

Uno que no he hecho. La Yerma de Víctor García, Núria Espert y Fabià, a los que conocí más tarde. Al ver la obra, le pedí a Fabià el espacio de la

Setmana tràgica, así lo conocí.

No querría acabar sin que explique la anécdota de la harina. Teníamos que hacer un recital con Núria, La oscura raíz, y ella no pudo venir a Bogotá. La directora del festival llamó a la Estela Medina, discípula de la Xirgu, para que ensayáramo­s y lo hiciéramos. Como había poco tiempo, dijo a su equipo: al señor Pasqual, lo que necesite. Vino uno y le pedí un cubo con agua y dos kilos de harina que la actriz debía amasar. El hombre se fue extrañado: “¿Dos kilos?”. Al rato vuelve y dice: “¿Cuántos son en la compañía?”. Tres. “¿Dos kilos, eh?”. Sí. Le dije que yo le daba el dinero o iba yo. “No, no, usted ensaye”, me dijo. Al cabo de media hora viene y me explica: “Perdone, para la una le he conseguido un kilo, lo otro no me llegará hasta la tarde”. Estuve a punto de entrar en furia, pero le dije: “¿Usted qué ha entendido?”. Y respondió: “Pues harina, lo que piden todos ustedes cuando llegan a Colombia”. “Yo quiero harina de verdad”, le señalé. El hombre ríe aún.

TRAS ‘EL PÚBLICO’ , DEPRESIÓN “Hacer ‘El público’ fue una aventura grande; al cabo de poco, vino la depresión”

EL CONSEJO DE SU MAESTRO “Hacer teatro no es una profesión, es un estigma; hay que vivir con eso”

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Portada del libro

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