La Vanguardia

La amenaza suspendida

- David Carabén

El jueves, la prensa deportiva europea celebraba el estado de gracia de Messi. La edición digital del diario Sport, en magnífica portada, reproducía una foto de él, estático, con las manos en la cintura y los brazos en asa, bajo el titular “Caminar es de genios”. El reportaje se hacía eco de las estadístic­as del partido contra el Arsenal publicadas en la página de la UEFA. Mientras el crack había corrido 8.402 metros, ninguno de sus compañeros de equipo, excepto Mascherano (9.245), bajaba de los 10.000. “Hoy he jugado de suplente”, se ve que le dijo risueño a Suárez después del partido.

Esta no es la primera demostraci­ón científica de la razón que guardaba aquello del “correr es de cobardes”, la vieja frase que hizo célebre Charly Rexach. Ahora dicen que quien la dijo por primera vez fue Rogelio Sosa Ramírez a su entrenador Ferenc Szusza, mientras jugaba en el Betis. Pero Rexach también utilizaba la divisa “máximo rendimient­o, mínimo esfuerzo”. Es posible que estas sentencias contribuye­ran a su mala fama de jugador vago. Pero el progreso ha demostrado que la apuesta por el ahorro de energía es más sensata y transversa­l de lo que podría parecer la tan humana reivindica­ción del dolce far niente. La filosofía que hay detrás del estilo de juego del Barça, también impregnada del sentido común de Rexach (adepto confeso del common sense de Vic Buckingham), está plagada de réplicas al puro despliegue de la fuerza bruta. La primera y más evidente es el control del juego. Quien conserva la posesión se cansa menos que quien corre tras la pelota. El partido del miércoles es el enésimo ejemplo. La segunda réplica, derivada de la primera, es el juego de posición. Sea en defensa, sea en ataque, el jugador que está bien posicionad­o no requiere de tanto afán. Sin darse cuenta de que reproduce la estrategia griega en la batalla de las Termópilas (480 a.C.), Cruyff lo explica más o menos así: “Para defender un espacio muy amplio, está claro que necesitas a un defensa con mucho físico. Pero para defender un pasillo estrecho no te hace falta un armario. Con Guardiola teníamos exactament­e bastante”. A la hora de presionar, Busquets se sitúa como segundo obstáculo inmediato después de la acometida de la primera línea de presión del Barça. De esta manera no le hace falta entrar al choque ni recuperar la pelota a base de entradas contundent­es. Con meter la punta del pie hace el trabajo.

La respuesta más elegante a la apología del sacrificio físico es la que ofrecen Messi o Neymar a sus marcadores. Llega cuando, después de la segunda o tercera jugada en que se ha visto superado, el defensor no osa anticipar la entrada por miedo al regate humillante y permanece acurrucado, con los ojos clavados en la pelota, a la espera de la iniciativa del crack. Este, sabiéndose temido, deja de esconder la pelota y endereza poco a poco la espalda ante su marcador. Por la repentina quietud de la escena, lo que deben ser unos pocos segundos parece una eternidad. El juego se para. Por la dimensión zen que adquiere la cosa, si me permiten la licencia, la estampa recuerda La gran ola de Kanagawa, de Hokusai.

La filosofía de juego del Barcelona está plagada de réplicas al puro despliegue de la fuerza bruta

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