La Vanguardia

La última supervivie­nte de Casablanca

- ADOLFO S. RUIZ

Nadie que haya visto Casablanca podrá olvidar la escena en la que un grupo de clientes se arranca a cantar La marsellesa y hacen salir del bar de Rick a varios jerarcas nazis, que paseaban su insolencia por las calles y los garitos de la ciudad internacio­nal, hábitat de todo tipo de espías, refugiados y malhechore­s. En aquella escena Yvonne, papel interpreta­do por Madeleine LeBeau, la amante de Humphrey Bogart, entona con rabia y lágrimas en los ojos la letra del himno francés, contagiand­o a los presentes y a millones de espectador­es. Casablanca se rueda en 1942, mientras Francia sigue ocupada por Hitler y muchos de los que aparecen en la escena, incluida ella, eran refugiados europeos en Estados Unidos.

Madeleine LeBeau es hoy una anciana que a sus 92 años, y tras la muerte de la actriz Joy Page en el 2008, es la única supervivie­nte del reparto principal de la mítica película de Michael Curtiz. LeBeau, cuya vida hubiera dado posiblemen­te para un buen guion de cine, pasa hoy su vejez en la localidad malagueña de Benalmáden­a, en un soleado ático con vistas al mar y al puerto pesquero. Allí pasa gran parte del tiempo viendo partidos de tenis y es una fiel seguidora de Rafa Nadal, al que manda un telegrama de ánimo después de cada victoria.

Madeleine LeBeau siempre fue una patriota francesa. Casada desde los 17 años con el actor judío Marcel Dalio, ambos emprenden la huida de Francia ante el avance de los nazis. En 1940 llegan a Lisboa después de pasar por Espa- ña y después de dos meses de gestiones obtienen visados para establecer­se en Chile. Atraviesan el Atlántico en el buque Quanza pero a su llegada a México son desembarca­dos junto a otros 200 pasajeros porque los visados chilenos eran falsos. En México, tras varias gestiones, logran obtener pasaportes canadiense­s, lo que les permite entrar en Estados Unidos.

Establecid­os en Los Ángeles, el matrimonio alquila una casa al lado de donde vivía Bogart, del que se hacen muy amigos. Madeleine LeBeau debuta en 1941 en una película con Olivia de Havilland. Un año más tarde interviene en El caballero audaz, una biografía del boxeador norteameri­cano de origen irlan- dés James J. Corbett, junto a Errol Flynn.

Sería también en 1942 cuando firmó un contrato de 100 dólares a la semana para actuar en Casablanca. La Warner Bros firmó un acuerdo de medio año con la actriz, pero lo canceló una vez terminado el rodaje. Mientras se rodaba la película, su marido, que hacía el papel de Emil, el crupier en la película, presentó una demanda de divorcio contra ella por abandono. Nunca se aclararon los moti- vos de la separación aunque algunas voces alientan el rumor de que Bogart pudo tener algo que ver en el final del matrimonio. Después participar­ía en un par de películas más en Estados Unidos pero con el triunfo de los aliados decide volver en 1945 a su Francia natal para continuar en Europa su carrera cinematogr­áfica. Una decisión que retrasaría unos meses ya que recibió una oferta para actuar en Broadway.

Tras su regreso a Europa participó en una veintena de rodajes, la mayor parte de los cuales se realizaron en Francia, pero también en Gran Bretaña, donde actuó con Jean Simmons en La mujer del muerto. Las heridas y los recuerdos de la guerra marcaron su personalid­ad y LeBeau, que siempre se apuntaba voluntaria a participar en giras de artistas y famosos para animar a las tropas que estaban combatiend­o, solía introducir en las cláusulas de sus contratos la negativa radical a viajar a Alemania para promociona­r sus películas. Sus más conocidas aparicione­s fueron Una parisina (1957), en la que también intervino Brigitte Bardot, y en la muy conocida Ocho y medio de Federico Fellini, película de 1963. Incluso realizó un par de coproducci­ones hispanofra­ncesas y participó junto a Carmen Sevilla en La pícara molinera.

En 1966 se trasladó a Italia para compartir su vida con Tulio Pinelli, uno de los principale­s guionistas de Federico Fellini, al que había conocido con motivo del rodaje de Ocho y medio. En 1988 contraen matrimonio, que duraría hasta la muerte del guionista en el 2006. LeBeau recuerda el ático que ambos compartían en Roma y al que acudía con frecuencia Fellini para pasar horas y horas dándole vueltas a las películas que pensaba rodar. La vida en Italia de Madeleine LeBeau dejó de ser la de una actriz reconocida para adaptarse a su nuevo papel de musa de un intelectua­l como Pinelli. El mismo que le dijo que “las hadas nunca cumplen años”, una frase que aún conserva como el mejor regalo mientras contempla el mar desde su soleado ático de Benalmáden­a .

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Una imagen de Lebeau en su papel de Yvonne en la película Casablanca

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