MADRE, SÓLO UNA
1942 fue el año de Casablanca, pero también de Bambi, el cervatillo que vio la luz el 9 de agosto de ese año en la pantalla del mítico Radio City Music Hall neoyorquino. Se puede llorar de adulto con la despedida de Ilsa y Rick en el aeropuerto, pero lo cierto es que más han llorado, a moco tendido y durante generaciones, los niños y niñas que veían sus más profundos temores reflejados en el desconsuelo de Bambi cuando su madre es abatida, episodio que irritó sobremanera a los cazadores norteamericanos de la época. Por aquellos días nadie imaginaba que aque- llo iba a convertirse en una obra de culto y Roy Disney, el hermano mayor de Walt, le envió un telegrama imbuido de miedo cerval ante los primeros datos de la taquilla: “Nos hemos quedado por debajo de los 4.000 dólares que esperábamos. Imposible cerrar un acuerdo para seguir en cartelera la tercera semana”.
Madre sólo hay una y, en España, Franco quería que a nadie se le olvidara. El régimen se había lanzado a “la rehabilitación y exaltación de los valores morales” y desde 1940 se celebraba la festividad del día de la Madre, ese ser “ejemplo de abnegación y virtud” en la cosmovisión franquista. Una especialista en el sacrificio, vamos. La mujer retrocedía en el voto y en su autonomía personal respecto a la II República, pero al menos se le daba un homenaje una vez al año. Y por ende, la festividad tenía lugar el 8 de diciembre, el día de la Inmaculada Concepción de María, máximo ejemplo en el que inspirarse, aunque la mitología franquista también proponía a las amas de casa inspirarse en las reinas María de Molina e Isabel la Católica.
En realidad, muchas madres españolas de entonces estaban más cerca del retrato escrito por Miguel Hernández en sus Nanas de la cebolla, compuestas en prisión (donde fallecería ese año víctima de la tuberculosis): “En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba”. Eran los años de la carestía, en los que a ellas les sobraba la ración de retórica impartida por el régimen, y les faltaba lo fundamental: el sustento para los suyos.