Jorge Ribalta
Alfonso Albacete expone en la galería Marlborough su repertorio de alegorías sobre el arte y la pintura
FOTÓGRAFO
El creador barcelonés (52) expone en la galería Àngels Barcelona su serie 1888, fotografías que muestran el estado actual de los escenarios clave de la Exposición Universal que se celebró en la ciudad en 1888. El contraste es sugerente.
Àngels Barcelona presenta la segunda exposición individual de Jorge Ribalta en la galería. El fotógrafo barcelonés, que anteriormente documentó los lugares del flamenco y fiestas como el Sónar, en esta ocasión se centra en el año 1888, una fecha significativa para Barcelona y para la fotografía, pues en ese año se celebró la primera Exposición Universal en Barcelona y nació la empresa Kodak, que impulsó la industrialización y la popularización de la fotografía como medio para preservar la memoria personal y familiar.
Ribalta documenta mediante 150 fotografías el estado actual (las fotos de “1888” se tomaron en los años 2012 y 2013) de los lugares, edificios e instalaciones característicos de aquella época en Barcelona. Con ello, aporta una buena ración de realismo a las muy difundidas y no tan realistas imágenes oficiales, monumentales, de postín y de postal. Ello implica conceder importancia a las persianas ya cerradas para siempre del antiguo colmado Quílez, a la gente que juega a la petanca no lejos de un edificio monumental, a un caballo que habita en un edificio histórico, a unos niños que juegan en el parque, a una botella iluminada por el sol o incluso a una farola con papelera que tapa notablemente la columna del monumento a ese personaje que muchos llaman Colón y Colombo, aunque escribía sus notas de navegación en català salat (es decir: se llamaba Cristòfol Colom).
El trabajo de campo de Ribalta también presenta contaminaciones visuales características de la nueva guirilandia y de la masificación turística: un puesto de venta de entradas del Barça que afea notablemente el citado monumento al descubridor. Àngels Barcelona. Pintor Fortuny, 27. Hasta el 11 de marzo.
Alfonso Albacete. Marlborough presenta una generosa selección de pinturas realizadas en los últimos seis años por Alfonso Albacete (Antequera, Málaga, 1950). Alguna de ellas alcanza formatos colosales, propios de museo. Es el caso de Thalassa, que mide seis metros de anchura, y cuya extensión espacial significa también una extensión o duración temporal, desde el día hacia la noche. O también de Salomé, cuya altura de 360 cm supera la de la mayoría de las viviendas modernas. Pero su verticalidad es necesaria para expresar esa alegoría de sacrificio y salvación por la pintura. Aunque el tamaño no sea lo más importante, en este caso hay que decir que son dos obras significativas, en un conjunto que, pese a las apariencias figurativas, esconde sus contenidos de tal modo que se podría considerar arte hermético.
La exposición se titula Joc, juego. Y el texto del catálogo, de Jaume Vidal Oliveras, comienza citando un aforismo de Chesterton: “El artista como asesino, el crítico como detective”. Vidal recuerda que Chesterton fue, además de narrador y ensayista, crítico de arte. Y por ello concluye que “entre la crítica de arte y la novela de intriga existen afinidades insospechadas”, pues la primera exige “enfrentarse a un misterio que el crítico ha de desvelar. Lo decían los antiguos: las imágenes son mudas y es necesario hacerlas hablar”. Estas palabras parecen especialmente justificadas en referencia a la obra reciente de Albacete.
En ella se evocan y se nombran figuras mitológicas y religiosas como Salomé, Gilgamesh o Jacob. Son figuras todas ellas que representan la muerte, la idea de posteridad o eternidad y la zona liminar entre la vida y la muerte. Aquí la orilla de una playa y la línea del horizonte son límites no sólo físicos. Y el derramamiento que causa Salomé no es de sangre, sino de pintura. La de Albacete es una pintura figurativa y moderna, que reflexiona sin palabras sobre lo que puede significar la creación artística, el acto de pintar y el de mostrar lo pintado.
Finalmente, un apunte técnico: aunque Albacete logra con el acrílico enmascarar sus alegorías mediante un tono más pop, me pregunto si no obtendría mejores resultados con el óleo. Marlborough Barcelona. Enric Granados, 68. Hasta el 12 de marzo.