Irán, a las puertas de una nueva era
EL parsimonioso recuento de votos de las elecciones legislativas y a la Asamblea de Expertos en Irán celebradas el pasado viernes apunta a un cambio trascendental para el futuro del país. Los datos provisionales conocidos hasta el cierre de esta edición señalan la consolidación del espacio reformista y moderado, que apoya al actual presidente Hasan Rohani, y la pérdida de poder del sector llamado principalista, contrario a toda reforma y al acuerdo nuclear alcanzado con Estados Unidos y Gran Bretaña. De confirmarse estas previsiones, Irán podría entrar en una nueva era, con la apertura a las libertades fundamentales que, desde la revolución de 1979, han estado vetadas.
A pesar de que el Consejo de Guardianes, una institución formada por doce clérigos, rechazó a casi la mitad de los 12.000 optantes a un escaño en el Parlamento –la gran mayoría reformistas y entre ellos un nieto del primer líder supremo, Ali Jamenei–, la oleada de votos para los candidatos puede decantar la balanza final a favor de estos. Sólo en la capital del país, Teherán, un feudo reformista, la totalidad de los 30 escaños disputados han ido a parar a la lista de partidarios del cambio. Asimismo, este grupo logró 15 de los 16 puestos en la Asamblea de Expertos, una institución fundamental, puesto que sus ochenta representantes son los encargados de elegir al líder supremo en caso de vacante. Ni que decir tiene la importancia de esta institución ante la edad de Ali Jamenei, 77 años, cuya influencia y poder son extraordinarios.
El tono de la campaña, basado en el acuerdo nuclear y la apertura política y social, ha dado a los moderados y reformistas el aire necesario para romper el escepticismo general, especialmente entre los jóvenes y las mujeres de las grandes ciudades. Frente a este sector, se ha le- vantado el espacio fundamentalista que ha advertido sobre los peligros de un acercamiento a Occidente, su gran enemigo tradicional, y contra las costumbres diabólicas que vienen adquiriendo los jóvenes.
Es evidente que el fin del bloqueo económico que lleva consigo el acuerdo nuclear ha desempeñado un papel esencial en estas elecciones, que tuvieron una concurrencia superior al 60%, a causa de la penuria de provisiones y la carestía de la vida a la que se han visto sometidos los iraníes por la comunidad internacional y que ahora toca a su fin. La política del moderado presidente Rohani ha convencido a una parte importante del electorado, ansioso de adquirir las libertades individuales y colectivas que el sistema teocrático les niega y pretende seguir rechazando. La mayoría parlamentaria del sector más ultra ha bloqueado hasta ahora las reformas que diferentes presidentes, como el actual Rohani, o sus antecesores Rafsanyani y Jatami, se propusieron.
Si los moderados y reformistas alcanzan la mayoría absoluta en la cámara legislativa y en la Asamblea de Expertos –dominada hasta ahora por los ultraconservadores–, Rohani podrá emprender el camino del cambio que ya prometió en el 2013, cuando fue elegido presidente frente al ultra Ahmadineyad. En caso de un posible empate técnico en el Parlamento, como sugieren algunos analistas que puede darse, se abrirían rendijas en el férreo sistema iraní. Pero también es evidente que, de confirmarse el cambio político en Irán, habrá que ver cuál es la reacción del sector más ultramontano representado por los Guardianes de la Revolución, una milicia de 125.000 hombres que controla un emporio de compañías del petróleo, gas, transporte, infraestructuras y comunicaciones.