La Vanguardia

Yo maté a la madre Tierra

- Joaquín Luna

Mi carrera delictiva empezó una noche de 1994 en un hotel Sheraton de Nueva York. Me disponía a ducharme antes de cenar cuando vi un cartel llamativo junto al toallero: –Proteja el medio ambiente. Y no utilice dos toallas de baño, venía a decir. Era ya un desalmado: vaya morro para ahorrar con la excusa del medio ambiente. A la mañana siguiente, utilicé otra toalla porque no soporto secarme con una húmeda y la de la noche anterior debía estar húmeda.

Desde entonces, la relación con la madre naturaleza se parece más a la relación con una madrastra, que me hace sentir culpable de la deforestac­ión del Amazonas, de la vida sexual de los tuaregs y de la ineficacia de la presa de Asuán. No hay día sin sermón y uno llega a la conclusión de que, haga lo que haga, recicle o no, se duche o tome baños, vista limpio o piojoso, vaya en coche o en taxi, está agrediendo al medio ambiente.

Tengo siete pantalones tejanos, cuya elaboració­n ha requerido 70.000 litros de agua, según alertaba un reputado profesor holandés. Se escribe

No hay como el medio ambiente para hacer sentir a un desgraciad­o culpable, culpable de todo

pronto: setenta mil litros de agua (lo repito porque se escribe pronto, si se escribiera tarde no lo haría...). ¿Volvería a comprar esos tejanos? Sí. Han transcurri­do 22 años –escribir esto ya me cuesta más– y sigo siendo el asesino aquel, el de la naturaleza, el del medio ambiente, el de la madre Tierra. –¿Quiere una bolsa de plástico? –Sí, por favor. El puesto ecologista del mercado vende el caldo bajo en sal que me han pedido. Todos los clientes llevan carrito de la compra. Intuyo una corriente magnética de desprecio. La estética me pierde: hace mayor ir con carrito de la compra (matar a la naturaleza también, lo sé). Huyo.

Me siento mal. Pegar a un padre es muy feo pero... torturar a la madre naturaleza. El maldito egoísmo. O la infancia despreocup­ada. Ya no puedo pensar que lo hacen para ahorrar en laundry (a la hora de dejar una bolsa de ropa para el servicio de laundry, el hotel sólo informaba de las tarifas).

Todos estos consejos, advertenci­as, presiones, sugerencia­s e incluso multas y reprobacio­nes, son por mi bien y el bien de mis bisnietos (hoy 29 de febrero lo suyo hubiera sido hablar de bisnietos, de años bisiestos y números primos). Ahí es donde me derrumbo:

–¿Eres capaz, so macarra de la naturaleza, de darle un berrinche a la dependient­a de la tienda, a tus bisnietos y al medio ambiente antes que llevar un carrito a cuadros escoceses ?

También en esto, vivir sin pareja es un lastre. Yo veo a mis amigos casados más hechos a la culpabilid­ad. Envidio su capacidad de admitir culpas, de convivir con remordimie­ntos y de aceptar las penas con la alegría con la que los culés asumimos esta o aquella irregulari­dad fiscal o el patrocinio de Qatar –bueno, andan heridos y quizás no aflojen la pasta– con tal de renovar a Neymar hasta que se muera.

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