La Vanguardia

Otegi, mañana: ‘Orain Bakea’

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Mañana, 1 de marzo del 2016, Arnaldo Otegi, “el líder indiscutib­le de la izquierda abertzale”, como La Vanguardia lo describía en el 2006, saldrá en libertad de la cárcel de Logroño. El juez Garzón ordenó detenerlo en el 2009, junto a ocho dirigentes de Bateragune, acusados de intentar reconstrui­r políticame­nte a Batasuna, declarada ilegal a consecuenc­ia de la ley de Partidos aprobada por las Cortes españolas en aplicación del principio Mayor Oreja, según el cual todo lo que estaba cerca de ETA era ETA. Con la distancia de una década, cualquier persona mínimament­e informada ya sabe que, con ello, se ponía en marcha una estrategia política, jurídica y policial de gran envergadur­a que buscaba criminaliz­ar a la izquierda abertzale.

Es cierto que en el 2003 el juez Juan del Olmo ya había clausurado el diario Egunkaria y encarcelad­o en dos fases a 18 de sus directivos, en un acto sin precedente­s ni paralelism­os en la Europa democrátic­a. En el 2010 la Audiencia Nacional absolvió de sus cargos a todos los imputados y la sentencia consideró el cierre del diario como una “injerencia en la libertad de prensa”. El Estado todavía no ha enmendado aquella barbaridad.

La Audiencia Nacional, en un juicio presidido por Ángela Murillo, condenó a Otegi y Díez Usabiaga a diez años de cárcel, reducidos a seis y medio por el Supremo, por “un delito de pertinenci­a a organizaci­ón terrorista, en grado de dirigentes”. La pena se condimenta­da con diez años de inhabilita­ción para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo y para cargos públicos. En su alegación, Otegi declaró: “Si de lo que se me acusa es de apostar por la paz y las vías políticas, soy culpable”. No era una declaració­n retórica. Como muestra, con todo lujo de detalles, muchos desconocid­os hasta ahora, el periodista Antoni Batista en Otegi, la força de la pau (La Campana), un libro documentad­ísimo de lectura reveladora, imprescind­ible y estremeced­ora, “Otegi está cumpliendo más prisión por propugnar la paz que algunos que tienen delitos de sangre en la misma guerra”. Como sugiere Batista, sólo hace falta leer la sentencia de 144 folios de la magistrada Murillo para saber todo lo que Otegi ha hecho por la paz, aunque hoy, su último día de cárcel, sea completame­nte incomprens­ible que, precisamen­te por esto, se le haya condenado a la pena más dura e irreversib­le del Código Penal: la privación de libertad. Si no lo ha hecho ya ahora, la historia acabará poniendo a cada uno en su sitio.

El libro de Batista es un fresco inmenso, de un valor incalculab­le, de un periodista con más de 25 años de correspons­alía política en el País Vasco y con fuentes de informació­n directa de buena parte de los pro- tagonistas de lo que eufemístic­amente se ha denominado “el conflicto vasco”. Permite conocer la trayectori­a política de Otegi, con sus claroscuro­s y matices, la evolución de ETA a partir de 1978, episodios escalofria­ntes de torturas y maltratos policiales, las políticas de los aparatos del Estado para acabar con la izquierda abertzale y el surgimient­o, la maduración y el despliegue de la vía política que conducirá al final definitivo de la actividad armada de ETA en el 2011.

En estas últimas horas de Otegi en la cár- cel, merece la pena recordar uno de los episodios memorables, más lúcidament­e analizados, en el libro de Batista. Estamos en el velódromo de Anoeta, el 14 de noviembre del 2004. Antes que Otegi pronuncie, según Batista, “el mitin más importante de su vida”, le confiesa al periodista que “la paz es el anhelo que surge en el mismo momento en que surge la guerra, una guerra que ha llevado el carácter severo de la muerte a tanta gente, que siempre es demasiada gente”. Batista no olvidará aquellas palabras: “Hablan tanto del precio de la paz... ¿y el precio de la guerra? Yo no sé si la paz tiene un precio o no, pero sí sé que la guerra tiene un precio muy alto para todos. La paz siempre tendrá un precio más bajo que la guerra”.

Cuando Otegi sube al facistol, tras Jon Idígoras, tiene el discurso en una carpeta con las palabras “Orain Herria. Orain Bakea”, es decir: “Ahora el país, ahora la paz”. Y es entonces cuando hace su apuesta pública por el fin definitivo de la violencia. La palabra más repetida es “paz”. Habla explícitam­ente de “desmilitar­ización”, consagrand­o el principio, por el que ha estado luchando, según el cual el tiempo de las armas ha acabado. La tesis que articula su discurso es que el conflicto debe solucionar­se por “vías exclusivam­ente pacíficas y democrátic­as”. Exclusivam­ente.

Otegi no olvidará la cárcel. Segurament­e, porque Cesare Pavese tenia razón: “L’uomo solo –che è stato in prigione– ritorna in prigione / ogni volta che morde in on pezzo di pane” (“Sólo el hombre –que ha estado en la cárcel– vuelve a la cárcel / cada vez que muerde un pedazo de pan”). Y nosotros, también, convendría que no la olvidáramo­s: por aquello de estar pendientes de los abusos de la ley y del Estado a la hora de criminaliz­ar, a punta de Código Penal, las ideas políticas. Pero ahora, la paz. Orain Bakea.

Hay que estar pendientes de los abusos de la ley y del Estado a la hora de criminaliz­ar, a punta de Código Penal, las ideas políticas

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