Lecciones que nos convendría aprender
Tengo sobradamente comprobado que una de las tareas más difíciles para la mayoría de los políticos contemporáneos y la ciudadanía en general es aprender, a tiempo y con provecho, las lecciones que el quehacer diario nos proporciona. Nos es relativamente más sencillo extraer sólidas conclusiones de los hechos del pasado pero, si este es muy reciente, se nos hace cuesta arriba dilucidar el conocimiento más oculto de las causas y de los efectos de lo que hemos vivido intensamente.
La combinación de la gravísima recesión económica sufrida en Catalunya y en todas partes, con la lógica política de lo que hemos llamado Procés cap a l’Estat propi, tendría que despertar en nosotros una serena reflexión y me gustaría, tentativamente, explicar lo que pienso en una serie de enseñanzas valiosas. Probémoslo.
La primera de las lecciones versa sobre la certeza de que la deseada negociación pactada y cordial para la separación de Catalunya del resto de España es imposible. Tendríamos que entender y actuar en consecuencia: la independencia es poco menos que innegociable con el Gobierno español de turno.
La segunda apunta en la dirección de que, para llegar eventualmente a materializar el legítimo derecho a decidir del pueblo de Catalunya, se necesita superar con creces la actual correlación de fuerzas entre ambas na- ciones y conseguir una importante y creciente masa crítica que abra e imponga nuevos caminos de entendimiento con el Gobierno de España, en la línea de la defensa de los intereses políticos y económicos de los catalanes. Ningún atajo puede acotarnos el camino.
La tercera conclusión radica en que, probablemente, hay una vía posible hacia la independencia de Catalunya, pero esta va indefectiblemente ligada a la insumisión y algún tipo de insurrección. Según mi opinión, un acceso unilateral y pacífico a la separación es prácticamente imposible y se tiene que reconocer que es la izquierda radical quien, de verdad, señala el camino en una dirección que, pese a considerarla peligrosa y aventurera, puede llegar a tener un punto de realismo. Catalunya ha tenido en varios momentos de su historia esta tentación y no es este el lugar adecuado para hablar y evaluar los resultados de estas infructuosas tentativas. Quiero remarcar, sin embargo, el carácter frustrado y frustrante de aquellas apuestas históricas.
La cuarta lección nos dice que la combinación de recesión económica y crisis política, tanto en Catalunya como en España, acostumbra a tener dos efectos complementarios bastante estudiados. El primero explica un desplazamiento notable de una parte significativa de la ciudadanía hacia posiciones de izquierdas, más o menos radicalizadas y, perceptiblemente, un endurecimiento izquier- doso de los programas políticos con los que comparecen a las elecciones los partidos de centro y de izquierdas. El segundo efecto es simétrico y consiste en el deslizamiento de otra parte de la opinión pública hacia planteamientos política y programáticamente de derecha radical. Ambos efectos combinados generan uno complementario: el ascenso imparable de los populismos, de uno y de otro signo. El siglo XX europeo suministra un retrato bien elocuente de estas tendencias. To- da crisis espolea la desafección y esta alimenta a los populistas.
La quinta lección, que Catalunya ha vivido con intensidad, tiene que ver con la progresiva e ineluctable desaparición del espacio del centro y del catalanismo centrista moderado. Los votantes comprometidos vitalmente con visiones ideológicas enfrentadas abandonan el centro político, convencidos de la inanidad de la moderación y el seny en una coyuntura económica y social extrema.
El estrecho vínculo de las cinco lecciones apuntadas causa una notable incertidumbre, que la crisis económica agudiza, incrementándose el rechazo sin matices de la clase política en general, la desafección hacia instituciones primordiales y un notabilísimo incremento de la insatisfacción que no excluye ninguna deriva política posible.
La reciente constitución del Govern del presidente Puigdemont, su composición en base a dos partidos –ERC y CDC– con un ideario político pactado por la candidatura de Junts pel Sí, la declaración del Parlament del 9 de noviembre, el pacto de estabilidad firmado con la CUP y una inexplicable urgencia histórica para el desarrollo un poco improvisado de la hoja de ruta explican buena parte de las dificultades que el Govern afronta. Evidencia la eventual fragilidad de los actuales acuerdos y pactos y dibuja un desenlace que sospecho bastante complejo, para decirlo con prudencia y moderación. No hace falta añadir que el escenario político español de inestabilidad e incertidumbre nos ayuda muy poco y va a la contra.
Se preguntarán, como yo, qué habría que hacer pues, ¿seguir confiando a fondo en la actual agenda política del Gobierno o habría que rectificar? Más que interesante, esta es una pregunta extraordinariamente pertinente, pero el espacio del que dispongo obliga a que me ocupe en otro momento.
La deseada negociación pactada y cordial para la separación de Catalunya del resto de España es imposible