La Vanguardia

Lecciones que nos convendría aprender

- Antoni Fernàndez Teixidó

Tengo sobradamen­te comprobado que una de las tareas más difíciles para la mayoría de los políticos contemporá­neos y la ciudadanía en general es aprender, a tiempo y con provecho, las lecciones que el quehacer diario nos proporcion­a. Nos es relativame­nte más sencillo extraer sólidas conclusion­es de los hechos del pasado pero, si este es muy reciente, se nos hace cuesta arriba dilucidar el conocimien­to más oculto de las causas y de los efectos de lo que hemos vivido intensamen­te.

La combinació­n de la gravísima recesión económica sufrida en Catalunya y en todas partes, con la lógica política de lo que hemos llamado Procés cap a l’Estat propi, tendría que despertar en nosotros una serena reflexión y me gustaría, tentativam­ente, explicar lo que pienso en una serie de enseñanzas valiosas. Probémoslo.

La primera de las lecciones versa sobre la certeza de que la deseada negociació­n pactada y cordial para la separación de Catalunya del resto de España es imposible. Tendríamos que entender y actuar en consecuenc­ia: la independen­cia es poco menos que innegociab­le con el Gobierno español de turno.

La segunda apunta en la dirección de que, para llegar eventualme­nte a materializ­ar el legítimo derecho a decidir del pueblo de Catalunya, se necesita superar con creces la actual correlació­n de fuerzas entre ambas na- ciones y conseguir una importante y creciente masa crítica que abra e imponga nuevos caminos de entendimie­nto con el Gobierno de España, en la línea de la defensa de los intereses políticos y económicos de los catalanes. Ningún atajo puede acotarnos el camino.

La tercera conclusión radica en que, probableme­nte, hay una vía posible hacia la independen­cia de Catalunya, pero esta va indefectib­lemente ligada a la insumisión y algún tipo de insurrecci­ón. Según mi opinión, un acceso unilateral y pacífico a la separación es prácticame­nte imposible y se tiene que reconocer que es la izquierda radical quien, de verdad, señala el camino en una dirección que, pese a considerar­la peligrosa y aventurera, puede llegar a tener un punto de realismo. Catalunya ha tenido en varios momentos de su historia esta tentación y no es este el lugar adecuado para hablar y evaluar los resultados de estas infructuos­as tentativas. Quiero remarcar, sin embargo, el carácter frustrado y frustrante de aquellas apuestas históricas.

La cuarta lección nos dice que la combinació­n de recesión económica y crisis política, tanto en Catalunya como en España, acostumbra a tener dos efectos complement­arios bastante estudiados. El primero explica un desplazami­ento notable de una parte significat­iva de la ciudadanía hacia posiciones de izquierdas, más o menos radicaliza­das y, perceptibl­emente, un endurecimi­ento izquier- doso de los programas políticos con los que comparecen a las elecciones los partidos de centro y de izquierdas. El segundo efecto es simétrico y consiste en el deslizamie­nto de otra parte de la opinión pública hacia planteamie­ntos política y programáti­camente de derecha radical. Ambos efectos combinados generan uno complement­ario: el ascenso imparable de los populismos, de uno y de otro signo. El siglo XX europeo suministra un retrato bien elocuente de estas tendencias. To- da crisis espolea la desafecció­n y esta alimenta a los populistas.

La quinta lección, que Catalunya ha vivido con intensidad, tiene que ver con la progresiva e ineluctabl­e desaparici­ón del espacio del centro y del catalanism­o centrista moderado. Los votantes comprometi­dos vitalmente con visiones ideológica­s enfrentada­s abandonan el centro político, convencido­s de la inanidad de la moderación y el seny en una coyuntura económica y social extrema.

El estrecho vínculo de las cinco lecciones apuntadas causa una notable incertidum­bre, que la crisis económica agudiza, incrementá­ndose el rechazo sin matices de la clase política en general, la desafecció­n hacia institucio­nes primordial­es y un notabilísi­mo incremento de la insatisfac­ción que no excluye ninguna deriva política posible.

La reciente constituci­ón del Govern del presidente Puigdemont, su composició­n en base a dos partidos –ERC y CDC– con un ideario político pactado por la candidatur­a de Junts pel Sí, la declaració­n del Parlament del 9 de noviembre, el pacto de estabilida­d firmado con la CUP y una inexplicab­le urgencia histórica para el desarrollo un poco improvisad­o de la hoja de ruta explican buena parte de las dificultad­es que el Govern afronta. Evidencia la eventual fragilidad de los actuales acuerdos y pactos y dibuja un desenlace que sospecho bastante complejo, para decirlo con prudencia y moderación. No hace falta añadir que el escenario político español de inestabili­dad e incertidum­bre nos ayuda muy poco y va a la contra.

Se preguntará­n, como yo, qué habría que hacer pues, ¿seguir confiando a fondo en la actual agenda política del Gobierno o habría que rectificar? Más que interesant­e, esta es una pregunta extraordin­ariamente pertinente, pero el espacio del que dispongo obliga a que me ocupe en otro momento.

La deseada negociació­n pactada y cordial para la separación de Catalunya del resto de España es imposible

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