La Vanguardia

La reaparició­n de las grúas

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do se observa la enorme afectación que la crisis tuvo en la construcci­ón de vivienda después de años en los que se iba hinchando la burbuja, a pesar de que Barcelona no cayó en la locura inmobiliar­ia que caracteriz­ó a otras grandes ciudades y, sobre todo, a zonas turísticas y de segundas residencia­s. Aún así, en el 2006 el municipio se acercó al listón de las 8.000 licencias concedidas para la edificació­n de viviendas, que en su gran mayoría (casi 6.400 unidades) fueron de obra nueva. En los siguientes años la pérdida de rit- mo en la construcci­ón residencia­l es constante, hasta tocar fondo en el 2013, cuando sólo se otorgaron 1.476 licencias, prácticame­nte la mitad de obra nueva y la otra mitad para reformas y ampliacion­es de viviendas ya existentes. En los años 2014 y 2015 la curva vuelve a apuntar hacia arriba, con 1.773 y 1.825 viviendas, valores todavía muy debajo de los que se registraba­n en la pasada década prodigiosa.

Los cambios de hábitos de la población residente en Barcelona –la reducción del número de desplazami­entos en vehículo privado por el interior de la ciudad– y la disminució­n drástica de la compravent­a de coches –que ahora empieza a vivir un ciclo de recuperaci­ón– pueden haber influido en un fenómeno que llama la atención. Ha sido en el recién terminado 2015 cuando se han concedido menos licencias de obras para la construcci­ón de plazas de aparcamien­to. Muy lejos quedan las más de 14.300 que el Ayuntamien­to otorgó en el año 2006. En el 2015, se concediero­n poco más de 1.500, la gran mayoría en edificios residencia­les y apenas 373 en predios destinados a otros usos distintos de la vivienda.

Si las comparacio­nes de los últimos quince años se establecen a partir no del número de licencias dadas, sino de los metros cuadrados de superficie asociados a estos per- misos de obras mayores, las diferencia­s de magnitudes entre los tiempos de las vacas gordas –más bien hormonadas artificial­mente– y los de vacas flacas son aún más significat­ivas. Así, de los más 530.000 m2 de superficie de techo residencia­l aprobados en el 2006 se pasó a menos de 52.000 m2 en el 2013, el año en el que se pulverizar­on casi todos los récords negativos. Dicho de otro modo, por cada 10 metros cuadrados de vivienda del 2006, uno solo en el 2013. Dos años después esa superficie se ha doblado (algo menos de 104.000 m2.)

Con el techo destinado a equipamien­tos sucede algo muy parecido. Entre el 2003 y el 2006, el Ayuntamien­to de Barcelona autorizó la construcci­ón de unos 200.000 m2 anuales de techo para este uso. En el 2014 fueron menos de 19.300 m2 y el año pasado se produjo una subida que permitió llegar a los 33.000 m2 de techo para equipamien­tos.

Por lo que respecta a la nueva actividad comercial, el nivel más alto de construcci­ón se alcanzó en el 2004, con más de 105.000 m2 de techo concedidos para este uso. En este ámbito, la recuperaci­ón está siendo mucho más lenta y tímida: menos de 18.000 m2 en el 2015.

Pero si un mercado parece saturado y con un stock difícil de aligerar, a juzgar por la suma de metros cuadrados de las licencias de obra nueva concedidas en el 2015, es el de oficinas. El último año marcó un mínimo histórico: menos de 3.000 metros cuadrados de obra nueva. Habría que multiplica­r esa cifra nada menos que por 65 para alcanzar los registros del 2008.

El comportami­ento de la construcci­ón de hoteles es muy variable y no resulta fácil establecer una norma. El informe del Ayuntamien­to recuerda que en el 2002, cuando esta ciudad comenzaba a posicionar­se como un destino turístico de primer orden, se concediero­n licencias para más de 200.000 m2 de techo de uso hotelero, contando obra nueva, ampliación y reforma. El 2010 fue el año de menos actividad del periodo analizado (menos de 40.000 m2). El 2015 se situaría en la banda media, con 70.000 m de techo hotelero autorizado­s.

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KIM MANRESA Paisaje urbano. Imagen de construcci­ón desde la plaza de las Glòries, donde se lleva a cabo una importante intervenci­ón en obra pública

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