Guillermo, los problemas crecen
La opinión pública británica le echa en cara al duque de Cambridge que trabaja poco
Las cosas se le tuercen a Guillermo, duque de Cambridge, segundo en la línea de sucesión al trono británico. Por un lado los súbditos de su graciosa majestad creen que trabaja poco, mientras que por el otro una terrible alopecia le está dejando tan calvo como su tío Eduardo Wessex o su abuelo paterno. Con la desventaja que el primero tiene 51 años, el segundo 94 y a nuestro joven príncipe aún le quedan unos meses para cumplir 34 (nació el 31 de junio de 1982). Es el primer tropiezo para el joven que desde que nació no ha hecho más que aumentar su popularidad, tanto por las tragedias de su madre –que convertían a él y a su hermano Enrique en víctimas de los desamores caseros, palaciegos en este caso–, como por su paso por el ejército, su noviazgo y boda con Catalina Middleton y su empleo como piloto de ambulancias aéreas.
A diferencia de su hermano Enrique, con su fama de juerguista y mujeriego, Guillermo siempre gozó del beneplácito de los británicos. Primero como soltero, y después de casado. su conducta ha sido, aparentemente, intachable, ni un escándalo aparece en su currículum personal. Pero de repente, la opinión pública empieza a cuestionarse la situación. Por supuesto no hablamos de calvicie, debida seguramente a la genética. Calvo es su abuelo paterno, Felipe de Edimburgo, aunque es natural pues tiene 94 años, si bien a la edad de Guillermo mantenía unas entradas prodigiosas que no se preocupaba en disimular. repeinaba su cabellera, entonces dorada, y nada parecía im- portarle. Su alopecia no la heredó el heredero (sic) Carlos; pasó por alto al otro hijo, Andrés, y se alojó en Eduardo, conde de Wessex, que a la edad de Guillermo ya lucía una calva importante: debía haberse casado con el sombrero de cualquiera de los uniformes que podía usar y evitar así el testimonio para la eternidad de su testa despoblada.
Hay quien nos remite a un accidente que sufrió a los nueve años: recibió un fuerte golpe de un palo de golf que le propinó accidentalmente un amigo. Sufrió una fractura de cráneo deprimida, a consecuencia de la cual le quedó una cicatriz permanente que el joven príncipe ha tratado siempre de
Prefiere las casa de sus suegros a los actos oficiales; el año pasado hizo menos que la mitad de su abuelo
ocultar. Pero aunque durante el 2014 dejó el cabello de su parte izquierda más largo para peinarlo hacia el derecho, no lo hacía para esconder la cicatriz, sino para despistar la más que visible alopecia. Guillermo ha superado el trauma, si lo fue, y ahora se rapa casi al cero la parte cenital de su cabeza.
Más debe preocuparle al duque de Cambridge lo que la opinión pública comente o critique acerca de la poca rentabilidad de su persona. Guillermo ejerce, a tiempo parcial, como piloto de helicópteros para trasladar enfermos. Este trabajo le ocupa 20 horas semanales, pudiendo compaginarlo con otro, en su caso representar a la corona en actos oficiales. Pero en lo que va de año sólo ha hecho dos, y parece que sigue en la línea del año anterior en que realizó 112, menos de la mitad que su abuelo, el marido de la reina. Guillermo cobra unos 56.000 euros al año por pilotar un Airbus H 145 medicalizado, dinero que destina a obras benéficas. Los pilotos de la East Anglian Ambulance trabajan cuatro días y descansan otros tantos en los que Guillermo podría desarrollar sus funciones reales. Pero, según sus allegados prefiere pasarlos en la casa de campo que tienen en Beckershire sus suegros, los Middleton, lejos del protocolo.
Por si fuera poco ahora ha trascendido que Catalina, hasta ahora intocable esposa perfecta en todos los aspectos de Guillermo, gastó 3.800 euros para ir en helicóptero desde su residencia en Kensington hasta la citada casa de campo. Por todo esto, la popular pareja empieza a perder encanto. Una pena.