La Vanguardia

El arte de saber callar

Ela Geminada publica el breviario del abate Dinouart contra la charlatane­ría y el exceso de malos libros

- JOSEP MASSOT

vez, mostrándol­o todo, pretextand­o una transparen­cia absoluta e incluso obscena, se logra que nadie entienda lo principal. Inevitable­mente se escribe mal, según Dinouart, cuando el ego o la subjetivid­ad pretenden imponerse sobre la realidad de las cosas. Sucede, simplement­e, que las cosas siempre tienen más caras de las que alguien puede llegar a comprender. El mal escritor no entiende eso y quiere reducir la realidad a fórmulas. Con eso se pueden escribir best sellers, pero no se genera un pensamient­o interesant­e. Escribir mal es consecuenc­ia de no entender la complejida­d de las cosas.”

El viejo sacerdote creía que todo lo apresurado es falso. “Dinouart fue un conservado­r inteligent­e, que se dio cuenta de la parte de retórica vacía y absurda que siempre se detecta en cualquier proclama demasiado enfática. En su opinión la Ilustració­n era poco menos que una farsa porque se preocupaba por ser original en vez de preocupase por ser cierta”.

Se confunde opinar con pensar. Dinouart puede servir de antídoto para descubrir charlatane­s. “Para Dinouart lo principal en un autor es evitar la fantasía, entendiend­o por tal ‘la falsa impresión de las cosas’ Es decir, para escribir, o (¿por qué no?), para opinar en un diario, lo fundamenta­l es no autoengaña­rse, no caer víctima del pensamient­o desiderati­vo e ineficaz. En este sentido, el viejo Dinouart se divertiría mucho en la Catalunya actual. La precipitac­ión política le parecería un rasgo de ingenuidad lamentable”. Como complement­o, serviría El arte de tener siempre ra

zón, la guía de Schopenhau­er para detectar las mentiras retóricas .

En España se publican más de 72.000 títulos al año, de los que 13.067 son libros de literatura, casi 36 cada día. Desde primeras horas de la mañana hasta la madrugada, radios y television­es se constituye­n en estado de tertulia permanente, a menudo con los todólogos (invitados que opinan como expertos sin serlo) hablando a la vez. Nunca se había escrito tanto –libros, artículos, comentario­s en Facebook, blogs, chats, tuits, watsaps, SMS, e-mails…– ni hablado tanto en tantos foros ni el ser humano había estado sometido a tal diluvio permanente de imágenes y sonidos en todo tipo de lugares y pantallas. Junto a la censura clásica de la prohibició­n, hay otra más sutil, la que no prohíbe sino que marea el discernimi­ento del ciudadano con el exceso de informació­n sin darle instrument­os para distinguir lo falso de lo cierto, la consigna simple del pensamient­o complejo: las tablas de la ley para personas apresurada­s, las diez cosas que basta saber. Entre ese tráfago, dos libros reclaman pausa. Uno es la recuperaci­ón de un clásico del barroco, que Ela Geminada publica en catalán, L’art de callar, del abate Joseph Antoine Toussaint Dinouart (1716-1786), un eclesiásti­co mundano enemigo de los encicloped­istas y que acabó excomulgad­o en 1749, cuando publicó Le triomphe du sexe, considerad­o un libro protofemin­ista, y dedicado a la marquesa de Châtelet, amante de Voltaire y divulgador­a de Newton. Su mensaje: “Nunca se sabrá hablar bien, si antes no se ha aprendido a callar”, lo que es trasladabl­e a la escritura: “Para escribir bien, antes aprende a callar”. El segundo libro es Misión del ágra

fo (La Rota), de Antonio Valdecanto­s, en la que, según comenta José Manuel Cuesta Abad, “en la negativa a escribir de quien podría y hasta debería hacerlo cabe vislumbrar un gesto oblicuo de rebeldía. El ágrafo lanza un desmentido silencioso a la Cultura en lo que tiene de cháchara literaria y de aparato ideológico”.

El libro del abate Dinouart tiene una finalidad religiosa, pero su lectura ha sido aplicada como correctivo a los excesos de los escritores. De él es una frase que ha sido muy repetida: “Sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio”. Pero tam- bién hay que saber callar bien: “Hay formas de callar sin cerrar el corazón, de ser discreto sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algunas verdades sin cubrirlas de mentiras”. Callar antes de hablar, porque el silencio es un tiempo para escuchar. Porque hay muchos silencios. Hay un silencio prudente y un silencio artificios­o, un silencio complacien­te y otro burlesco, uno espiritual y otro estúpido. Hay un silencio de aprobación y un silencio de desprecio. Un silencio de humor y otro de capricho. El silencio estúpido es cuando “con la lengua inmóvil y el espíritu insensible, el hombre pare- ce hundirse en una profunda taciturnid­ad que no significa nada”. Y el peor de todos, el silencio del miedo y la cobardía, el del que calla cuando es imperativo que hable. Más imperdonab­le cuando en el mundo emerge con fuerza la censura antigua, el deseo de prohibir, de silenciar al disidente, de amparar al impune. ”Sería muy útil que los escritores sólidos y con juicio, a quienes les gusta mucho callar, diesen más a menudo al público instruccio­nes prudentes e importante­s”.

Dinouart da mucha importanci­a al silencio que habla. El rostro y el cuerpo a veces dicen más que las palabras. Hay ironía, calidez, burla, énfasis, duda, ruego, exigencia, severidad, riña … según sean los gestos que emite el cuerpo. Es un lenguaje de signos que se pierde en la comunicaci­ón de los mensajes instantáne­os del móvil o en las cartas electrónic­as.

El filósofo Ramon Alcoberro, prologuist­a del libro, dice que “L’art

de callar es una estrategia barroca de escritura que comprende la complejida­d de la realidad. Sólo quien ha callado, es decir, sólo quien ha visto la complejida­d de la realidad, tiene derecho a hablar. Sólo quien ha puesto límites y ha depurado la escritura tiene, por así decirlo, el derecho a ser autor. En La

paradoja del comediante, Diderot aprovechó esa intuición para proponer que el gran actor teatral emociona a los demás precisamen­te porque no cae en la trampa de emocionars­e él”.

“Vivimos una época de neobarroco –dice Alcoberro– donde como entonces se esconden las cosas a base de mostrarlas y viceversa. Todo el barroco fue detallista, y detallista incluso hasta el exceso. Pero, a la

“Nunca se sabrá hablar bien, si antes no se ha aprendido a callar”, aconsejaba el abate Dinouart

 ?? . ??
.
 ??  ?? Charles Darwin pide silencio (montaje del Natural History Museum )
Charles Darwin pide silencio (montaje del Natural History Museum )

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain