El club de las remontadas
Hace unos días el entrenador del Sevilla, Unai Emery, amante de las redes sociales, colgó un vídeo en el que presentaba y le ponía cara a los siete miembros de su cuerpo técnico. En las imágenes sus ayudantes, uno tras otro, iban desgranando sus funciones y se hacía hincapié en el análisis videográfico pormenorizado de los jugadores rivales. “Hemos de explotar sus defectos”, añadió en la víspera el notable técnico vasco. Científico y detallista, Emery no se rendía ni mucho menos pese a no haber ganado nunca en el Camp Nou. Pero hay cuestiones que van más allá del estudio, acciones que son imprevisibles e imparables, armas que no tienen defensa. Como los tiros libres de Lionel Messi. No es sólo los que mete, sino cuándo los mete y los que está a punto de meter, los que estampa en la madera, los que encuentran una mano salvadora del portero o pasan al filo del palo o del larguero. Eso no se puede contrarrestar porque es puro talento.
Pero para estar tanto tiempo sin perder al Barcelona le hace falta algo más que clase. Porque hay otro aspecto en el que el equipo de Luis Enrique va sobrado: la fuerza mental. Sólo desde esta virtud se entiende que el conjunto blaugrana haya remontado en el Camp Nou esta temporada hasta siete partidos tras empezar perdiendo. El Bayer Leverkusen, el Rayo, el Eibar, el Espanyol, el Athletic, el Atlético y anoche el Sevilla se dieron de bruces con una realidad que indica que avanzarse en el Estadi no es garantía de conseguir nada positivo.
Porque este Barça, como dice su entrenador, nunca se rinde y nunca deja de remar, siempre persiste y siempre insiste. En esta actitud encomiable tiene mucho que ver Busquets, un dique de contención sin balón, un lanzador con la pelota, un valladar que se mueve arriba y abajo para achicar agua cuando el partido es comprometido como ayer. Porque esta inconmensurable racha no está cimentada sólo en goleadas carnavalescas o en partidos disputados a medio gas sino en encuentros como el del Sevilla, duelos a cara de perro, donde el Barça sobrevivió a un cuerpo a cuerpo. Para quitarse el sombrero.