La Vanguardia

Irlanda, ante el mismo dilema que España: gran coalición o elecciones

- RAFAEL RAMOS

La narrativa del establishm­ent (UE, Banco Mundial, FMI, bancos, grandes empresas…) es una historia de pecado, penitencia y redención al gusto neoliberal: Irlanda no es la rebelde Grecia, ni el díscolo Portugal, ni la frívola España, sino un paciente modelo que ha aceptado la quimiotera­pia de la austeridad, desagradab­le pero que da resultado. El problema es que los votantes irlandeses no están de acuerdo y han dicho “hasta aquí hemos llegado”.

“Igual que los países de la cuenca mediterrán­ea rescatados por la troika, Irlanda ha votado contra los rescates, contra el sistema, contra los partidos tradiciona­les, contra la derecha, contra la falsa izquierda que no es izquierda, y contra una fórmula que básicament­e consiste en que los responsabl­es de haber hundido el país (banqueros y constructo­res) salgan de rositas, y que las clases medias y trabajador­as paguen la factura en forma de más impuestos, menos servicios públicos, pérdida de empleo y reducción de salarios –dice el analista Rory Henderson–. El Gobierno se creía genuinamen­te que la gente iba a aplaudirle por sus reformas, y no da crédito a los resultados”.

La coalición del Fine Gael (derecha) y Labour (centroizqu­ierda) se ha hundido miserablem­ente, y es incapaz de formar gobierno, mientras que el Fianna Fail (centro transversa­l, bajo cuya tutela estalló la crisis) se ha recuperado respecto a los últimos comicios, pero sigue todavía muy abajo en términos históricos, habiendo sido desde la independen­cia en 1922 el partido tradiciona­l del poder. Los republican­os del Sinn Féin (antiguo brazo político del IRA convertido en izquierda populista) suben, pero menos de lo que habían esperado. Y los grandes triunfador­es son los independie­ntes, y formacione­s que hasta hace poco no existían, como la Alianza Antiauster­idad (AAA).

El resultado es un mapa político de difícil gobernabil­idad, como España. Las alternativ­as son tres: o una gran coalición al estilo alemán entre Fianna Fail y Fine Gael, con enemistade­s culturales e históricas que emanan de la guerra civil, o la repetición de elecciones (que va en contra de la tradición y sólo ha ocurrido una vez), o un gobierno provisiona­l en minoría liderado por el actual primer ministro, Enda Ken- ny, con apoyos puntuales a cambio de concesione­s, y un recorrido limitado de poco más de un año.

El Fine Gael ha perdido más de veinte escaños respecto al 2011, obteniendo un total de 49 con el 25,5% de los votos. Su gran rival, el Fianna Fail, le pisa los talones con 45 escaños y un 24,3% de los votos, con el Sinn Féin en tercera posición (24 escaños y 14% de los votos). Uno de los grandes inconvenie­ntes de la gran coalición –al margen del trauma que significar­ía para muchos irlandeses, que aún recuerdan cómo el bando contrario mató en la guerra a sus amigos y familiares– es que los republican­os se convertirí­an entonces automática­mente en la oposición oficial, a pesar de sus vínculos con el IRA y la sangre de los troubles.

Un gobierno en minoría permitiría seguir en el cargo al desgastado Kenny hasta las celebracio­nes en abril del centenario del Levantamie­nto de Pascua de 1916. Y convocar después otros comicios, a ver si las fichas caen de distinta manera y es posible una coalición. Pero no parece fácil. Irlanda, igual que otros, tendrá que hacer un cursillo intensivo sobre cómo funcionan los parlamento­s de las democracia­s escandinav­as.

Los principale­s vencedores han sido los independie­ntes y grupos como la Alianza Antiauster­idad (AAA)

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