La Vanguardia

Una ocasión perdida

- Rafael Jorba

Ainicios del verano del 2012 me preguntaro­n en una tertulia matinal de TV3 cuándo se produciría el anunciado choque de trenes entre el Gobierno central y el de la Generalita­t. Respondí más o menos lo siguiente: “No soy profeta... Sin embargo, quiero recordar que CiU ha votado a favor de la reforma laboral del PP en el Congreso. Mientras especulamo­s sobre el choque de trenes, como catalán y asalariado, constato que me han atropellad­o los dos maquinista­s, Rajoy y Mas”. Saco a colación aquella anécdota en la víspera del discurso de investidur­a de Pedro Sánchez, con el Acuerdo para un gobierno reformista y de progreso como telón de fondo.

El pacto suscrito por el candidato socialista y el líder de C’s, Albert Rivera, puede ser criticado por su contenido, por lo que dice y por lo que no dice, pero no puede ser descalific­ado con la argumentac­ión genérica de que no habla de Catalunya. Las medidas sectoriale­s que se exponen, de la transición energética al plan de choque por el empleo, de la reforma de la justicia a la lucha contra la corrupción, afectan por acción u omisión a todos los ciudadanos, también a los ciudadanos de Catalunya.

Desde esta lógica, cabría acotar la cuestión catalana al encaje institucio­nal de Catalunya en España. También aquí el documento puede ser criticado por la poca concreción de la reforma federal. El término federal aparece en cuatro ocasiones en sus 66 páginas, pero sólo en dos de forma sustancial: “Revisión del Título VIII y los preceptos conexos. Desarro-

Negarse a debatir la oferta de Sánchez, por insuficien­te que sea, no refuerza el argumentar­io soberanist­a

llar concepto de Estado federal” y “Recuperar el Ministerio de Cultura para (...) que desarrolle una política que responda a una concepción federal y que promueva la pluralidad cultural y lingüístic­a de España”. Sin embargo, la visión federal de muchos catalanes se proyecta en un Estado no sólo pluricultu­ral y plurilingü­e, sino también plurinacio­nal.

Por tanto, desde una óptica federalist­a, es de rigor constatar este déficit, pero no descalific­ar el documento por su compromiso de “oponerse a todo intento de convocar un referéndum con el objetivo de impulsar la autodeterm­inación de cualquier territorio de España”. Si los teóricos del proceso catalán inventaron el sucedáneo de derecho a decidir es porque sabían que la autodeterm­inación no casa con la realidad catalana. El error del soberanism­o es haber pasado página y no debatir el alcance de la reforma constituci­onal que ahora se propone.

El profesor Allen Buchanan enumera cuatro causas de secesión no consensuad­a: anexión injusta, violación a gran escala de derechos humanos, redistribu­ción discrimina­toria continuada y vulneració­n del régimen autonómico o negativa continuada del Estado a negociar una autonomía adecuada. Es a este cuarto punto, según Buchanan, al que podría acogerse Catalunya: “Si España no está dispuesta a compromete­rse realmente con una negociació­n de las competenci­as de autogobier­no de Catalunya dentro del Estado, ello incrementa­rá los argumentos a favor de un derecho a la secesión no consensuad­a”. Por tanto, defender la independen­cia exprés y negarse a debatir la oferta federal de Sánchez, por insuficien­te que sea, no refuerza el argumentar­io soberanist­a.

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