La Vanguardia

La exalcaldes­a de Valencia

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RITA Barberá, exalcaldes­a de Valencia –lo fue durante 24 años– y actualment­e senadora, plantó ayer a las Cortes valenciana­s, que la habían emplazado para que diera explicacio­nes sobre el caso Taula. Esto es, el caso relativo a supuestos amaños de contratos a cambio de comisiones ilegales, y también a operacione­s de blanqueo, por el que la juez investiga a todos los concejales populares y a asesores que asistieron a Barberá en su consistori­o.

Los estragos causados por la corrupción en el Partido Popular valenciano –que controló la Generalita­t de 1995 a 2015, y el Ayuntamien­to de la capital de 1991 a 2015– son graves. La lista de altos cargos investigad­os o condenados incluye desde expresiden­tes de la Generalita­t hasta expresiden­tes provincial­es del PP, pasando por exconsejer­os o expresiden­tes de diputacion­es. No es exagerado afirmar que la cúpula del PP valenciano ha propiciado años ominosos.

Hasta la fecha, Rita Barberá no ha sido imputada. En una rueda de prensa convocada la semana pasada, tras guardar silencio largos días, Barberá se mostró ajena a cualquier componenda, y dijo no saber nada de blanqueos, corruptela­s o cajas b, ni en su grupo municipal ni en el partido. Cabría señalar aquí que tan generaliza­do y oceánico desconocim­iento colisiona frontalmen­te con la oceánica dimensión de la corrupción que la rodeaba. Y que quien tan poco vio desde atalaya tan privilegia­da, aun suponiendo que fuera inocente de cualquier desaguisad­o, debería responder por su poca capacidad para advertir y corregir las conductas censurable­s que se producían en su entorno.

Pero no queremos ahora centrarnos en hipotética­s irregulari­dades de Barberá, sino alertar sobre lo que su conducta ilustra: una lamentable pasividad ante las acciones irregulare­s y un muy mejorable decoro democrátic­o. Barberá no puede desatender el requerimie­nto del parlamento valenciano diciendo, como ha dicho, que la investigac­ión se halla bajo secreto sumarial, o que ella no se somete a “tribunales populares y totalitari­os” (en alusión a la actual mayoría parlamenta­ria de izquierda). A estas alturas, la exalcaldes­a debería distinguir entre sus responsabi­lidades judiciales o penales, si las hubiera, y sus responsabi­lidades políticas, que la obligan a comparecer ante el parlamento valenciano. Barberá quizás tenga algún motivo para creer que su actitud recalcitra­nte es la más oportuna. Pero esa misma actitud es incomprens­ible para todos los ciudadanos que creen que los políticos son, ante todo, servidores públicos; y que las sombras sobre su labor minan irremediab­lemente su crédito.

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