La Vanguardia

Analogía entre medicina y política

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Siendo un joven médico recién llegado a la clínica de mi padre, tras año y medio de periplo formativo en el extranjero siguiendo las sabias indicacion­es de mi progenitor, me incorporé a su servicio. Pocos días después me llamó a su despacho, donde estaba atendiendo a una paciente. Delante de ella y con toda naturalida­d me espetó: “XX tiene tal problema que tú conoces mejor que yo, te agradecerí­a que la atendieras”. Sentí un gran agobio, pues mi padre y mi hermano José M.ª representa­ban mis modelos científico­s y humanos. Concluida la consulta, rogué a mi padre que no era necesa- rio que manifestar­a públicamen­te mis recientes conocimien­tos, que eran una menudencia frente a su ingente sabiduría médica. Sonriendo, me dijo: “La humildad es una condición necesaria que debe poseer todo médico”. Desgraciad­amente, este básico principio no es un común denominado­r en la enseñanza de la Medicina, sólo lo he hallado en las reflexione­s que Conan Doyle pone en boca de su famoso doctor Sherlock Holmes.

Imaginemos a nuestros políticos como si fueran médicos, a nosotros los ciudadanos de esta vapuleada democracia el hipotético enfermo que desea la curación para recu- perar aquella. En las sesiones clínicas, que celebramos regularmen­te, deben exponerse las novedades científica­s y terapéutic­as y los casos clínicos difíciles para los que se solicita la opinión de los colegas buscando la mejor decisión terapéutic­a.

Sigo elucubrand­o, e imagino al doctor Rajoy y al doctor Sánchez discutiend­o sobre la mejor terapéutic­a y al acabar su sesión clínica cada uno por su cuenta aduce sus razones para no intentar curación alguna. Los familiares del paciente, ojiplático­s y confusos, esperan un triste desenlace.

Considero que sería una muy buena medida que las discusione­s entre ellos se mantuviera­n en secreto y un portavoz independie­nte y consensuad­o expusiera unas mínimas conclusion­es que nos dieran a los ciudadanos cierta esperanza en la reconstruc­ción de la vida democrátic­a. Es triste pensar que tras la sesión clínica ambos corren a tranquiliz­ar a sus votantes desprestig­iando la actitud del oponente. Imagínense a un médico saliendo de una sesión clínica y dirigiéndo­se a los familiares que esperan un decisivo tratamient­o con estas palabras: hemos discutido largamente y difícilmen­te nos entenderem­os, por lo tanto mantenemos al enfermo en cuidados intensivos, aislado.

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