Pluralismo y pacto
Decididamente, la tendencia electoral –no sólo en España– marca expresiones políticas más pluripartidistas. La sociedad, más madura democráticamente, traslada su pluralismo y su diversidad a la propia composición de su respectivo Parlamento. Nuevas opciones políticas comparten la representación social con los partidos más tradicionales; el mapa político se hace más plural porque la sociedad también lo es. El concepto de voto útil pierde valor ante la libertad del voto espontáneo, ideológico e, incluso, coyuntural. Somos más plurales porque somos más libres.
Pero el pluralismo comporta asumir, a la vez, la cultura del pacto. La libertad da más campo a la pluralidad; pero también nos obliga a superar la diferencia para encontrar acuerdos que permitan la acción de gobierno. Pactar es la otra cara del pluralismo; una sociedad más plural es, necesariamente, una sociedad más predispuesta al pacto. Sin la cultura del pacto, el pluralismo nos haría simplemente más intolerantes y más sectarios.
Y pactar no es fácil. Es aceptar la discrepancia, la diferencia; es aceptar que sólo en la conformación de mayorías heterogéneas se dará satisfacción a la voluntad mayoritaria de una sociedad plural. Querer gobernar desde la exclusiva fidelidad al propio programa es tanto como negar la voluntad de una sociedad que se reclama diversa y orgullosamente heterogénea.
Pactar es integrar. El pacto no se formula desde la adhesión; no es hacer de la parte la expresión del todo. Es buscar puntos de coincidencia –que los hay– para conseguir mayorías políticas que tengan detrás amplias mayorías sociales. Abrir el campo con voluntad inclusiva, nunca excluyente. Ciertamente, habrá límites; pero deberán justificarse más en la rotura de la convi-
Acordar es expresión de madurez democrática; pactan los fuertes, son los débiles los que tienen miedo a hacerlo
vencia y de la cohesión social que en los apriorismos sectarios o subjetivos.
Acordar es expresión de madurez democrática; pactan los fuertes, son los débiles los que tienen miedo a hacerlo. Pluralismo y pacto, en democracia, son dos caras de la misma moneda. No hay progreso sin pacto; no hay libertad sin pacto. El pacto y el acuerdo son exigencias democráticas. Ahora es el momento de demostrarlo.