El “hombre de paz”
Arnaldo Otegi, el líder más carismático de la izquierda independentista vasca, sale hoy de la cárcel con la condena de privación de libertad cumplida. La aproximación a esta fecha sirvió para que muchos observadores hayan vuelto a los archivos para recordar los episodios más notables de su vida: su relación con ETA, su participación en algún secuestro, algunos de sus mítines más sonoros o aquello que Zapatero dijo de él –que era “un hombre de paz”–, calificación que acompañará al expresidente durante toda su vida. Hay una parte de la sociedad española que no lo olvida ni se lo perdona, igual que hay una parte de la sociedad vasca que no olvida que lo hayan encarcelado.
Esa parte de la sociedad vasca, acompañada por una parte del independentismo catalán, lo va a recibir poco menos que como a un héroe. Habrá homenajes y concentraciones populares. Volveremos a escuchar su voz, silenciada por la justicia durante más de seis años. La policía estará vigilante por si los discursos degeneran en enaltecimiento del terrorismo. Y el destino quiso que Otegi vuelva a la calle, y por tanto a la política, cuando el País Vasco ya vive en clima electoral, porque sólo faltan siete meses para las elecciones autonómicas. ¿Será el candidato de Sortu a lehendakari? Quienes estos días lo van a aclamar ¿aceptarán tranquilamente que su líder está inhabilitado hasta el año 2021 por las mismas sentencias de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo que lo llevaron a la cárcel hace seis años y medio?
Probablemente asistiremos a un contraste que suele ser fuente de conflictos: alguien es elevado a la categoría de mito por sus simpatizantes, mientras el sistema legal le impide acceder a cualquier cargo público. Otegi fue nombrado secretario general de Sortu mientras estaba en la cárcel y ahora que está en libertad Sortu querrá que sea su cartel electoral. Ese es el sentido de las multitudinarias adhesiones que se preparan. La inhabilitación les dará mística de prohibición, que tanto ayuda a la rebeldía. ¿Se debe mantener? Propongo que se espere a escuchar las palabras y ver los actos de Otegi. Sólo ellos confirmarán o desmentirán si es un hombre de paz.