La Vanguardia

Los Oscar, en femenino plural

Si el cine cuenta el mundo, la vida, la real y la soñada, y las mujeres somos la mitad del mundo, debemos contar ese mundo; y también, celebrarlo

- Paula Ortiz Directora de ‘La novia’

Hace décadas que el filósofo Jean-Francois Lyotard, al reflexiona­r sobre la condición de nuestro tiempo, consideró que ya estaba pasada la época de los grandes relatos o “metarrelat­os” que intentaban dar un sentido a la marcha de la historia desde el único punto de vista del hombre, blanco, occidental, heterosexu­al, cristiano, de clase media… El espejo de nuestra época se había roto en mil pedazos y nos devolvía miles de imágenes, miles de relatos, que reconstruí­an el mundo desde otros sujetos de cultura, género y posiciones diferentes… Entre ellos, las mujeres. La mitad de la población.

Pero cada año, cuando llega el ritual de las ceremonias que celebran los mejores relatos del año, pienso lo mismo: ¿Dónde están esos fragmentos del espejo? ¿Quién cuenta los relatos? ¿Desde dónde se cuentan? ¿Sobre qué y quiénes hablan los relatos? Y el sujeto sigue siendo ese hombre, blanco, occidental, heterosexu­al…

En los Oscar de este año, ni uno solo de los narradores nominados ha sido una directora, ni una sola de las finalistas al mejor relato del año está dirigida por una mujer. Sólo en la categoría de guion, original y adaptado, aparecen dos nombres femeninos. Siendo una categoría, como es el guion, que a pesar de ser el primer sujeto narrador y el motor que desencaden­a todo el universo fílmico, es una tarea en la que no recaen las decisiones últimas de cada película. En el ámbito del montaje, tercer y ultimo estadio narrador de un filme, se ha tratado de anécdota que por primera vez las dos grandes superprodu­cciones han sido montadas por mujeres, y una de ellas se ha hecho con la estatuilla. Pero este oficio sí ha contado con grandes nombres femeninos, y aún así, en estos premios, su presencia ha seguido siendo una anécdota.

En estos últimos meses muchas de las grandes actrices que tienen posibilida­d y capacidad de que su palabra llegue a todo el mundo han denunciado la desigualda­d en la gran industria: salarios, dinámicas de trabajo, contenidos, diseños de personajes… Y parece que ellas, desde la cúspide, denuncian algo minoritari­o en una industria ostentosa y fútil… Pero, además de tener el derecho y el deber de hacerlo, convocan una reflexión mayor: si el cine cuenta el mundo, la vida, la real y la soñada, y las mujeres somos la mitad del mundo… entonces merecemos y debemos contar la mitad de ese mundo. Y también celebrarlo.

Los Oscar, y sus académicos, son el último reflejo de una realidad mayor. El problema no es sólo que no hayan nominado a directoras, ni guionistas, ni directoras de fotografía..., el problema es que, en las grandes películas, casi no las hay para nominarlas. La Academia y sus Oscar deberían recordar que se ha roto el espejo del gran metarrelat­o hace tiempo, y el mundo ha pasado a ser un tejido de voces diversas que devuelven fragmentos de verdad… un hilo de experienci­as poliédrica­s que nos muestran el mundo plural en todas sus posibilida­des. Los Oscar, para seguir siendo esa gran fiesta, ese ritual anual de la fábrica de sueños, deben pensar cómo, qué y quién sueña… Y para eso, es necesario soñar también en femenino plural.

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