La Vanguardia

Una tregua para los imitadores

DiCaprio, Larsson, Vikander y Rylance son los cuatro ganadores y ninguno imita a una celebridad

- PEDRO VALLÍN

Los Oscar del 2016 han contestado de forma rotunda al debate “actores contra imitadores” que abrimos en estas páginas hace exactament­e doce meses. Y esta frase –que es una forma barata de darse importanci­a, porque los Oscar no están para contestar a nadie, mucho menos un año después– significa que los cuatro premios de interpreta­ción –Brie Larson, Alicia Vikander, Leo DiCaprio y Mark Rylance–, siendo trabajos disímiles, coinciden en que ninguno ejecuta la imitación de una celebridad. Rylance y Vikander dan vida a personajes reales, sí, pero su nula celebridad evitó la siempre tentadora y rentable opción de replicar tics que no hace tanto repartía gloria a Eddie Redmayne (Stephen Hawking en La teoría del todo) o Meryl Streep (Margaret Thatcher en Margaret Thatcher). La otra noticia, la noticia de los Oscar, incluso, es que por fin Leonardo DiCaprio se llevó su estatuilla, tras haberla merecido muchas veces y haberla disputado en cinco ocasiones.

Como suele ocurrir en estos casos, el premio de DiCaprio cae por una interpreta­ción cuyo mérito es más discutible que otros años, pues su despliegue y méritos son sustancial­mente físicos: haber sobrevivid­o a las duras condicione­s del rodaje de El renacido, “todo el rato hecho una croquetita sobre la nieve”, en elocuente resumen de la youtuber Isa Calderón. Era la noche de DiCaprio, que con este Oscar, tal vez menos merecido que otros que se le escaparon, respira tranquilo y se quita de encima una incipiente fama de pupas que le había generado la reiterada condición de favorito. Lo más probable es que rodar la película no fuera un suplicio ni lejanament­e comparable al que su personaje Hugh Glass vive en El renacido, nuevo tour de force de Alejandro González Iñárritu: atacado por un oso y abandonado a su suerte, moribundo, en el bosque, tras ver morir asesinado a su hijo. Y tampoco es un papel para desplegar sutilezas de escuela de interpreta­ción, pues el actor pasa agonizando, a media luz (Emmanuel Lubezki es el responsabl­e de esa luz acerada, que le ha valido su tercer Oscar consecutiv­o, tras Gravity y Birdman) y enterrado bajo ropa y apósitos capilares la casi totalidad del metraje. Pero todos, salvo los otros tres finalistas –dos imitadores (Eddie Redmayne y Michael Fassbender, en la piel de Einar Wegener y Steve Jobs, respectiva­mente) y uno que no, Matt Damon, náufrago en Marte–, recibieron con satisfacci­ón el premio a DiCaprio, que eli-

El triunfo de Mark Rylance evitó que Hollywood saldara una cuenta con Sylvester Stallone por dar vida a Rocky Balboa

mina la siempre incómoda sensación de que alguien da mal fario o que es ceñudo acreedor de una gloria merecida. Y, por otra parte, quizá sirva para redirigir una carrera que, en los últimos años, llevaba una peligrosa deriva de personajes excesivos, colocados siempre en el filo de la credibilid­ad, desde el improbable maquillaje que lo convirtió en J. Edgard Hoover, al alpacinado (de Al Pacino) yonqui de las finanzas y la cocaína que era el Jordan Belfort que le sirvió Martin Scorsese en El lobo de Wall Street.

La interpreta­ción femenina tampoco trajo mucha controvers­ia. Brie Larson hace lo más difícil: dar aliento, desde la moderación, a una joven en una situación extrema (un trasunto de Natascha Kampusch desdoblada en madre e hijo), sin dejarse llevar por la tentación hollywoodi­ense de sacar a pasear todo un repertorio de gritos y aspaviento­s. Su premio por La habitación, de Lenny Abrahamson –una de las películas más sagaces y complejas de la última década–, sólo puede ser empañado por la certeza de que el verdadero marciano del filme es el niño de 9 años Jacob Tremblay (a quien dedicó el premio), que también fue la sensación de la alfombra roja, con su ajustado esmoquin, sus gemelos de El Halcón Milenario y sus indiscutib­les calcetines de Darth Vader. Un reemplazo y consuelo para la desasosega­nte adultez de Haley Joel Osment (vulgo, “el niño de El sexto sen

tido”). Larson derrotó, poca broma, a Chalotte Rampling, quien en 45 años dejó quizá la mejor creación de su extensa carrera. Jennifer Lawrence, por

Joy, tenía pocas posibilida­des, porque ya tiene uno, porque ha sido finalista cuatro veces y porque todo le sonríe, laboralmen­te hablando. Y poco más o menos lo mismo puede decirse de Cate Blanchett, por Carol, que sí, está tremenda (incluso tal vez un poco demasiado tremenda), pero ya tiene dos Os- car. Para Saoirse Ronan, encantador­a jovencita irlandesa emigrada a Estados Unidos en Brooklyn, el otro gran melodrama de la ceremonia, habrá seguro ocasión venidera.

Si el Oscar a DiCaprio fue una de esas formas en las que Hollywood se premia a sí mismo –incluido su vehemente discurso sobre cambio climático–, el de Mark Rylance fue lo contrario. Entiéndase bien: a su ascética encarnació­n del espía Rudolf Abel en El puente de los es-

pías no sólo no cabe ponerle un pero, sino que es justo decir que en la excelencia de su trabajo reside buena parte del éxito del filme de Steven Spielberg dibujando la guerra fría como un laberinto de conspiraci­ón y cálculo, hostil a toda forma de heroísmo que no sea la más humilde simpatía por el semejante. No, la razón de que el premio no cumpla con el mundo del cine y su historia es que quizá era el último tren para que Sylvester Stallone lograse una estatuilla que, pese a su filmografí­a de destripate­rrones, ha merecido en más de una ocasión. Incluida esta tardía recuperaci­ón de Rocky Balboa titulada Creed. Precisamen­te por Rocky (1977), aquella pieza epilogal de neorrealis­mo italiano trasplanta­do a Estados Unidos, fue doble finalista al Oscar: actor y guionista.

La cuarta laureada, Alicia Vikander, era también la favorita al premio, quizá de la forma más inexplicab­le, pues su Gerda Wegener, en la académica La

chica danesa, tenía que vérselas con uno de los trabajos más asombrosos del año, el de Kate Winslet en Steve Jobs, que se quedó, como su compañero de reparto, Michael Fassbender, sin premio, lo que convierte la película de Boyle/Sorkin en la gran perdedora de los Oscar 2016. Ya lo era desde el momento en que se conocieron los finalistas y quedó apartada de las categorías de mejor película y mejor guion adaptado, de las que tal vez la apartaron por abusona.

 ??  ?? Póquer de novatos. Pese a la diferencia generacion­al, los cuatro ganadores (de izquierda a derecha, Mark Rylance, Brie Larson, Leonardo DiCaprio y Alicia Vikander) sujetaban ayer el primer Oscar de sus respectiva­s carreras. Caber decir que, entre los...
Póquer de novatos. Pese a la diferencia generacion­al, los cuatro ganadores (de izquierda a derecha, Mark Rylance, Brie Larson, Leonardo DiCaprio y Alicia Vikander) sujetaban ayer el primer Oscar de sus respectiva­s carreras. Caber decir que, entre los...
 ?? MIKE BLAKE / REUTERS ??
MIKE BLAKE / REUTERS

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain