DiCaprio y Winslet, juntos en la alfombra roja dos décadas después del naufragio
Tal vez no fueron los más bellos ni los más simpáticos (tampoco los más antipáticos) y desde luego no son pareja en la vida real. Sin embargo, del desfile del año –que es la alfombra roja de los Oscar y no las pasarelas de París o Milán– ningún vestido, ningún escote (incluido el vértigo inacabable del de Charlize Theron), ni ninguna extravagancia de Jared Leto pudo vencer a la impresión que causaba ver juntos a Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, casi veinte años después de que ella lo dejara hundirse para siempre en las gélidas aguas del Atlántico Norte y rompiera los corazones del medio planeta que pagó por ver el más célebre naufragio de la historia náutica del hombre. Todo, por no apretarse un poquito en su salvadora tabla flotante, que mira tú. El reencuentro de los protagonistas de Titanic (1997), de James Cameron –él, con más peso que entonces; ella, con menos–, adquirió el domingo, para toda una generación de cinéfilos, la cualidad de acontecimiento mitómano, cual si unos Elsa y Rick a todo color pasearan juntos y acaramelados por un París primaveral. Para los muchos dolidos con la racanería espacial de Winslet sobre el tablón –claro, no era Kate, sino Rose, su personaje–, la noche del pasado domingo arroja una cierta revancha: él se inmortalizó, por fin, con su primer Oscar (por El renacido), y ella, que ya lo tenía por El lector, del 2008), no pudo unirse al selecto club de las doblemente oscarizadas con su espectacular trabajo en Steve Jobs, de Danny Boyle. Pero lo de anoche, como todos los momentos míticos, fue eso y sólo eso: pura leyenda. En primer lugar, porque su verdadero reencuentro como pareja de ficción se produjo hace ocho años, en la adaptación de la novela de Richard Yates Revolutionary Road, firmada por Sam Mendes. Y entonces se querían mal. Y en segundo lugar porque, en aquella, el karma ya había reparado la injusticia del transatlántico herido de muerte por el iceberg: sobrevivía él.