La Vanguardia

La verdad de las mentiras

Los Oscar son la punta del iceberg de una industria cada día más ambiciosa y menos humana, donde sólo importan las marcas, las caras y las arcas

- Maria Ripoll Directora de ‘Ahora o nunca’ y ‘Rastres de sàndal’

Me fascinaban los cuentos, las fábulas, las mentiras, los juegos. Pertenezco a una familia numerosa, soy la mediana de cinco hermanos y en casa no sabían muy bien qué hacer conmigo. Afortunada­mente, vivíamos justo enfrente de un cine y mi madre me mandaba allí casi cada día. Así fue como descubrí que mi pasión era la ficción. Hacer realidad vidas inventadas, llegar a la gente y provocar emociones; las mismas emociones que esas películas a las que me enviaba mi madre para perderme de vista –¡ay, marona, si tú supieras!– me hacían sentir a mí cuando era pequeña.

El cine, pues. En el cine se puede soñar y con el cine haces soñar a los demás. Pero antes el cine es un esfuerzo, una dura realidad que debes alcanzar. Tras patear buena parte de las productora­s barcelones­as, empecé a trabajar en los rodajes de meritoria llevando el café al director y barriendo el plató. Enseguida pase a ser script, y de ahí a segunda ayudante de dirección. Y luego ayudante de dirección –¡por fin!– en diversos largometra­jes, rodando junto a directores como Bigas Luna o Agustí Villaronga. Un sueño hecho realidad.

Pero entonces me hice con una beca y me fui a Los Ángeles a estudiar en el American Film Institute. Estados Unidos: la meca del cine. Cinco años allí significa que, antes del cine, tuve que buscarme la vida como pude. Conduje motor-homes por el desierto de Mojave para un videoclip de los Smashing Pumpkins; hice de canguro a los niños de Danny DeVito y también fui correspons­al para Cinema 3, el programa de Jaume Figueres. La vida en Estados Unidos me hizo aprender mucho más cine que los dos años del máster en el American Film Institute.

Durante aquella época entrevisté a varios famosos, como Denzel Washington y Julia Roberts. Pero lo que me más impactó en aquel momento fue cubrir la alfombra roja y la ceremonia de los Oscar. No por el glamur ni los vestidos ni ver a las estrellas de cerca, sino por las carreras, estrés, y esas guerras del submundo detrás del glamur...

Los Oscar, ¿saben qué pienso? Que son la punta del iceberg de una industria cada día más ambiciosa y menos humana. Sólo importan las marcas, las caras y las arcas. Poco cuenta ya el arte de contar historias y conseguir emocionar con imágenes. Cada vez cuentan menos las películas en realidad.

La noche de los Oscar de ayer se movió entre el racismo en Hollywood, las leyendas americanas, los osos y los egos desatados. Todo fue una fábula maravillos­a… Pero si me preguntan, les diría que sólo salvaría el discurso de DiCaprio y el toque que le dio a su país por no pertenecer ni apoyar al acuerdo climático. Y una cosa les digo: si llegara el día que yo misma tuviera que circular por esa milagrosa, tramposa, atractiva, fascinante y mentirosa alfombra roja...

Entonces me iban a oír.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain