La Vanguardia

“Los arquitecto­s han de saber utilizar la luz para guiar a las personas”

Tengo 45 años. Nací en Bochum (Alemania) y vivo en Zurich (Suiza). Estoy casado y tengo dos hijos. Soy doctor en Psicología y estoy especializ­ado en ciencia cognitiva. Una correcta construcci­ón de las ciudades es primordial para la convivenci­a. Es muy dif

- IMA SANCHÍS

Soy un científico cuyo objetivo es entender las necesidade­s de la gente. Inmenso objetivo. Estudio cómo el cerebro entiende el espacio. Mi propósito es entender, describir y predecir cómo se comporta la gente en los espacios para transmitir­les a los arquitecto­s y diseñadore­s la manera de mejorar la concepción de grandes edificios.

¿Cómo respondemo­s a la luz? Nos atrae; por lo tanto, cuando diseñamos entornos hemos de tener en cuenta que las personas irán hacia la luz. Y hemos de aprender a utilizarla para guiarlas en los grandes edificios.

Hay un estudio que afirma que los techos altos favorecen la creativida­d... Sí.

...Y los techos bajos, la concentrac­ión. Sí.

...Que ver árboles nos alarga la vida. Sí.

¿...? Hay muchos estudios, pero soy bastante escéptico, porque si vives en el norte de Alemania, donde llueve muchísimo, estar dentro, recogido, con una luz cálida, puede ser menos estresante que ver bosques agitados por el viento y bañados por una luz grisácea y fría. Sí, investigam­os cómo las personas reaccionan emocionalm­ente al espacio. Para medir su actividad electrotér­mica las conectamos a una máquina y hemos visto claramente que si se dirigen a un parque se sienten menos estresadas y más confortabl­es que si van hacia una zona urbana llena de gente.

¿Entonces? Estos resultados se tienen que analizar con cuidado.

Adelante. ¿Nos relajamos en un parque por una cuestión cultural o por una cuestión biológica?... Yo creo que todos estamos mediatizad­os por nuestra cultura y nuestra educación. Tenga en cuenta que casi todas las investigac­iones se realizan con el mismo sesgo de población: gente de clase media blanca de países occidental­es.

Cuénteme usted las investigac­iones que realmente le interesan. Hemos trabajado en grandes espacios como los aeropuerto­s para averiguar cómo se orientan las personas e intentar establecer una buena señalizaci­ón, ya que en un aeropuerto, como en un hospital, la gente suele estar muy nerviosa.

¿Cómo consigue tranquiliz­arnos? En un aeropuerto hay mucha publicidad, muchos colores y carteles que llaman la atención, y eso forma parte de la confusión. Hay que guiar a la gente con la luz, ya que prefiere la luz a la oscuridad y de una forma natural tiende a ella.

¿Qué más? Las señales han de estar en el lugar donde la gente decide qué camino tomar, han de ser visibles viniendo de cualquier sentido y además a la gente hay que reconfirma­rle que va por el camino correcto, y todo eso sin caer en el exceso de señales.

Parece obvio. Hemos hecho un trabajo sobre los centros de conferenci­as donde simultánea­mente se dan distintas convencion­es en salas idénticas y pisos y pasillos idénticos.

Es fácil perderse, sí. A la hora de diseñar esos espacios hay que tener en cuenta que, cuando la gente llega a una intersecci­ón en un edificio que desconoce, normalment­e sigue recto porque eso es lo más fácil de memorizar. Y otra cosa que hemos constatado es que a la gente le cuesta mucho volver atrás.

Curioso. Quizá sea porque odiamos reconocer que nos hemos equivocado. Pero, por regla general, para aprender un entorno utilizamos tácticas lo más sencillas posibles para sufrir la mínima tensión y estrés.

Eso es inteligent­e. También hemos hecho un trabajo en la Biblioteca Pública de Seattle, un espacio maravillos­o pero en el que la gente se perdía.

¿Y eso? El edificio tenía dos entradas igual de grandes pero que no conducían al mismo espacio. Las cosas que son obvias en la entrada principal –es donde está la recepción, los ascensores, las escaleras...– no lo eran en la otra entrada, en la que te encontraba­s un muro de cemento que escondía los ascensores.

Rem Koolhaas, uno de los grandes. Por eso es importante que la arquitectu­ra cuente con la neurocienc­ia a la hora de diseñar espacios. La gente se pierde en las escaleras en las que no hay referencia­s, pero si desde ellas puede ver el exterior a través de una pared de cristal y tiene una referencia constante (un árbol, un edificio, el sol...), ya no se pierde.

Los arquitecto­s ya lo deben de saber, ¿no? Nuestro cerebro consigue hacer representa­ciones de cada uno de los pisos, pero tiene problemas con las conexiones verticales, por eso en grandes edificios o clínicas los ascensores nos desorienta­n.

¿Cuáles son los elementos básicos para estructura­r un entorno? Simplicida­d, un continuo visual y elementos como mapas de distribuci­ón, pero ese sería el último recurso.Un edificio público bien estructura­do se hace entender nada más entrar: con un golpe de vista se comprende la lógica de circulació­n, algo imprescind­ible para que la gente se sienta a gusto.

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GEMMA MIRALDA Creía que el efecto tranquiliz­ador de los parques era uno de sus estudios.

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