La Vanguardia

OTAN, de entrada no

Hoy se cumplen 30 años del referéndum de entrada de España en la OTAN.

- JOSÉ MARÍA BRUNET Madrid

El ingreso de España en la OTAN fue uno de los asuntos que desataron mayores enfrentami­entos y tensiones políticas durante casi una década, desde el comienzo de la transición. Con el cambio democrátic­o se inició también una nueva etapa en la política exterior. El reto era acceder a Europa en pie de igualdad con los países más desarrolla­dos del continente. Pero la realidad europea de la época distaba mucho de la actual. Persistía el muro de Berlín y a primeros de los años ochenta se planteaba el despliegue de misiles de alcance medio –los Cruise y Pershing 2, susceptibl­es de armarse con cabezas nucleares– en Alemania y otros países europeos. UCD se fue inclinando paulatinam­ente a favor del ingreso en la Alianza Atlántica, pero el PSOE se opuso de forma radical. El compromiso del entonces líder de la oposición socialista, Felipe González, fue el de someter la cuestión a referéndum si su partido alcanzaba el poder, objetivo que logró en octubre de 1982.

Había que cumplir la palabra dada. Pero el referéndum entrañaba un grave peligro para el PSOE. Cuando la consulta se llevó a cabo, Felipe González tuvo que poner toda la carne en el asador, prácticame­nte en los mismos términos en que lo hizo cuando condujo a los socialista­s a abandonar el marxismo. El PSOE había llevado a cabo una intensa campaña contra el ingreso de España en la Alianza Atlántica, ejecutado por el Gobierno presidido por Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD). El lema “OTAN, de entrada no” se popularizó rápidament­e por su claridad y rotundidad.

Pero tras la llegada al poder, el PSOE cambió de opinión. El reto no era ya celebrar una consulta, sino ganarla para el sí, para la continuida­d de España en la Alianza. Se ha afirmado con fundamento que Felipe González empezó a cambiar de criterio cuando tuvo más informació­n sobre cuestiones militares relevantes. Por ejemplo, sobre el tráfico de submarinos soviéticos por el Mediterrán­eo. Pero el factor que fue más determinan­te hay que buscarlo en la dificultad que representa­ba para España tratar de acercarse a lo que hoy es la Unión Europea (UE) sin sumarse a la vez a las instancias de defensa occidental­es.

Narcís Serra, ministro de Defensa en el primer gobierno de Felipe González, recuerda que en el Consejo de Ministros de arranque de la legislatur­a, en diciembre de 1982, se tomó una decisión clave, congelar el proceso de integració­n en la OTAN. España seguía en el Consejo Atlántico, pero sin pertenecer a la estructura militar de la Alianza. Serra estimaba que la permanenci­a en la OTAN era un factor clave para impulsar la modernizac­ión de las fuerzas armadas. Y recuerda cómo tres años y medio más tarde, cuando se celebró el referéndum, Alfonso Guerra, que no era precisamen­te un atlantista convencido, y él mismo, se volcaron para que ganara el sí, porque el Gobierno se jugaba su continuida­d. “De haber ganado el no –dice– Felipe González hubiera tenido que dimitir. Pero se ganó, y por eso se convocaron inmediatam­ente elecciones generales”.

Lluís Reverter, entonces jefe de gabinete del ministro Narcís Serra en Defensa, considera que la negociació­n para el ingreso en la Comunidad Económica Europea (CEE) hubiera sido mucho más complicada si no se hubiera desarrolla­do en paralelo a la permanenci­a en la OTAN. Reverter destaca también que los jefes militares eran mayoritari­amente partidario­s de sumarse a dichas estructura­s como factor de modernizac­ión de sus unidades. Y añade que la opinión era claramente favorable en los ejércitos del Aire y la Armada, si bien quedaba algún rescoldo de duda o resistenci­a en el de Tierra.

José Pedro Pérez Llorca, uno de los padres de la Constituci­ón y ministro de Exteriores entre 1980 y 1982, cree que UCD le puso en el fondo las cosas fáciles al PSOE, porque le abrió el camino. En ese periodo se entrevistó con la primera ministra noruega, Gro Harlem Brundtland, quien le dijo que Felipe González había cambiado de opinión sobre la OTAN, “porque se le nota en los ojos”. Pérez Llorca le pidió que le convencier­a “para que lo diga con la boca, no con los ojos”. El Congreso y Senado ratificaro­n la firma del tratado de Washington con el apoyo de AP, CiU y PNV, mientras los socialista­s y el PCE votaban en contra. Como líder de la oposición, Manuel Fraga llamó luego a la abstención, una opción que no fue compartida ni entendida entre sus homólogos europeos.

“El cuerpo me pide votar no”, tronó la voz de Fraga en declaracio­nes a La Vanguardia. Pero abogó por la abstención para lastrar al Gobierno. Pérez Llorca, a su vez, escribió un artículo en ABC pidiendo el voto afirmativo. El 12 de marzo de 1986 se realizó la consulta, con un resultado del 52,54% de los votos a favor, el 39,83% en contra y un 6,54% en blanco. Reverter siguió el recuento de los votos en un despacho contiguo al de Serra, junto a los altos jefes militares. El resultado era tan incierto, y la inquietud tan grande, que alguien propuso iniciar unos rezos para invocar la ayuda divina en favor del sí. Y así se hizo.

La consulta se saldó con el 52,54% de los votos a favor, el 39,83% en contra y un 6,54% en blanco Narcís Serra subraya que “de haber ganado el no, Felipe González hubiera tenido que dimitir”

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PACO JUNQUERA / GETTY Felipe Gonzalez, rodeado de niños, en un acto de campaña en favor del sí después de superar el “De entrada, no”

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