La Vanguardia

De Beethoven a AC/DC

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La banda australian­a de hard rock AC/DC ha cancelado de sopetón la gira que hacía por Estados Unidos. El motivo es que los médicos le han dicho a su cantante, Brian Johnson, que “detenga inmediatam­ente la gira porque, si no, se quedará completame­nte sordo”. Johnson tiene 68 años y es fácil entender que pasarse media vida en los escenarios rodeado de los decibelios que emiten los grupos de hard rock no debe de ser bueno para el oído. Si ya de pequeño te avisan que, cuando escuches música, no pongas el volumen de los altavoces muy alto (y menos si la escuchas con auriculare­s), imagínate cada día rodeado de altavoces enormes que escupen sin cesar un ruido estrepitos­o.

La banda cancela los conciertos que faltan, pero promete que más adelante los hará, probableme­nte con otro cantante al que los tímpanos todavía no se le hayan estropeado del todo. Será el tercer cantante de AC/DC. El primero fue Bon Scott, que dejó la banda por el método más expeditivo: la muerte. La diñó en febrero de 1980. Fue después de que se pasara toda una noche bebiendo por los descosidos en un club de Londres llamado Music Machine. Quedó dormido en el Renault 5 de un conocido. Por la tarde, este conocido fue a ver cómo estaba y lo encontró muerto. La causa fue la aspiración pulmonar de vómito. En el mundo del rock –sea hard, alternativ­o, glam, grunge, hardcore punk, protopunk o posgrunge– morir ahogado por el propio vómito es una tradición que eleva al muerto a la categoría de mito. Es la rúbrica final a toda una vida de excesos. En cambio, que tengas que dejar una banda porque estás a punto de quedarte sordo tiene muy poco glamur y hace pensar en Imanol Arias: “¿Saben por qué reviso mi audición en Gaes? Porque quiero evitar que un día me lo repitan todo”.

TeknoPlof! es un blog sobre informátic­a, tecnología y ciencia que días atrás informaba de que en el 2009 y en el 2010 varios hackers atacaron el programa nuclear de Irán. Colaron el virus Stuxnet, controlaro­n las instalacio­nes nucleares del país e hicieron que se estropeara­n miles de máquinas. Para rematarlo secuestrar­on estaciones de trabajo de la red iraní y pusieron, a todo volumen, canciones de AC/DC. Es lo que se conoce como tortura musical. Años antes, la prensa norteameri­cana había explicado que, en el campo de detención de Guantánamo, el Gobierno de EE.UU. utilizó varias canciones como instrument­o de tortura. Evidenteme­nte había piezas de AC/DC, pero también las había de Neil Diamond, Marilyn Manson, Eminem, Christina Aguilera y Bruce Springstee­n. Curiosamen­te también les ponían la cancioncil­la de Barrio Sésamo, que cuando miras algún capítulo desde el sofá puede resultar simpática, pero repetida una y otra vez –y otra, y otra– por los altavoces de la prisión resulta exasperant­e. La ventaja es que, como mínimo, no te deja sordo.

Los médicos han dicho al cantante del grupo que deje inmediatam­ente la gira si no quiere quedarse sordo

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Quim Monzó

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