El presidente que tutea y busca el sentido común
LLEVA LA BATUTA DEL CONGRESO EN UNA LEGISLATURA MUY INCIERTA EN LA QUE CONFÍA EN QUE, AL MENOS, SE PONGA LA SEMILLA DEL ENTENDIMIENTO Y LOS ACUERDOS POLÍTICOS. LOS PRIMEROS DEBATES, NO OBSTANTE, HAN PROVOCADO VIVAS CONTROVERSIAS
“A mí, los gestos que son naturales, reales y sentidos, me gustan; los que son buscados, no”, dice Patxi López sobre algunas imágenes para la posteridad de esta incierta legislatura que, pese a que acaba de echar a andar, nadie sabe aún si será la más breve de la democracia. Imágenes como las del bebé de Carolina Bescansa llevándose, de brazo en brazo, buena parte del protagonismo y la controversia en la sesión constitutiva del Congreso; o la de Pablo Iglesias besando en la boca a Xavier Domènech en el debate de investidura fallido de Pedro Sánchez.
“No dejó de ser una opción personal”, dice sobre la decisión de Bescansa de llevar a su hijo al escaño. “Esta cámara cuenta con un servicio de guardería. Ahora lo utiliza y lo podía haber hecho desde el primer día, pero la madre decidió que su bebé fuera protagonista de alguna manera”. Y, sobre el beso de Iglesias y Domènech, asegura que, como le inquirió el líder de Podemos al ministro Guindos, él sí que nunca rompió un plato. “¡Pues así, en los morros, no!”, salta.
Patxi López (Barakaldo, 1959), llega a la presidencia del Congreso dispuesto a imponer, más que el reglamento –que también–, el sentido común. “El reglamento tiene que servir para dar cauce al sentido de esta Cámara, que es el debate, vivo e intenso, pero con educación y respeto. Eso forma parte del sentido común y de lo que nos exige la gente. Hemos visto algunos capítulos no muy edificantes, y espero que
aprendamos todos que no es la mejor forma de comportarse”, dice.
Porque asegura que la bronca no debe ser consustancial al debate parlamentario. “Las crónicas parlamentarias y los diarios de sesiones están llenos de expresiones que reflejan el ambiente, y eso para los historiadores es buenísimo, porque no ven el discurso aséptico sino también cómo se respira: esas explosiones de aplausos, a veces de abucheos. Pero cuando es permanente ese ruido, ese runrún, cuando alguien intenta perturbar a quien tiene derecho a la palabra, ahoga el argumento y la razón. Y eso no sólo no me gusta, sino que lo cortaré cada vez que se produzca”, advierte.
En su primer discurso como presidente, hizo un canto al diálogo y la diversidad. Una diversidad que ya se refleja hasta estéticamente en el Congreso: se acabó la tiranía de los trajes grises, sus señorías también lucen rastas o piercings. “Lo que hay que hacer con la diversidad es sumarla, no enfrentarla. Y me parece muy positivo, porque cuanto más se parezca esta Cámara a la sociedad española, mejor”. Patxi López también habló en euskera, catalán y gallego. Pero rechaza que, como alguien ironizó, permitiera a Albert Rivera hablar en catalán más tiempo del que Joan Tardà pudo hacerlo en toda la legislatura pasada. “También Domènech habló en catalán, y la representante de En Marea recitó versos en gallego. Un guiño en euskera, catalán o gallego me parece muy saludable”.
Pero las fechas y el formato del debate de investidura también generaron polémica, y el PP le acusó de actuar al dictado del candidato socialista, lo que rechaza de plano. “Cualquier actuación va a estar sometida a la crítica política, como es lógico. Habrá a quien le gusten más o menos algunas decisiones”, asume. Y explica que buena parte de las polémicas generadas se deben a que las decisiones a adoptar, ante el incierto escenario político, “no tienen precedentes”.
Algunos diputados también le buscaron las cosquillas, reclamando la palabra por alusiones. Pero en ningún momento pensó que el debate se le iba de las manos: “Ya he vivido muchas cosas como para ponerme nervioso. Utilizo mucho el sentido común”. Y una cosa es reclamar la palabra con motivo y otra, lamenta, es “tratar de pervertir el debate o retorcer el reglamento”. A él también se le escapó el tuteo a Iglesias o a Juan Carlos Girauta. “Sí –se ríe–, y seguro que se me escapará más veces. Qué lo voy a hacer, los vascos nos tuteamos mucho”.
Fue lehendakari entre el 2009 y 2012, y líder de los socialistas vascos durante once años, así que llega con un notable bagaje a sus espaldas. “Vengo de un territorio en el que estamos muy acostumbrados al diálogo y a entenderte con el diferente”, dice. De su época como lehendakari mantiene una buena relación con el Rey: “El entonces príncipe visitó más que nunca Euskadi, incluso comimos en un txoko”. “Muy sensato, muy de sentido común, muy razonable”, le define. Hijo de un histórico del socialismo vasco, su compromiso político surgió pronto en la margen izquierda de Bilbao, y a los 16 años entró en Juventudes Socialistas. Allí coincidió con la que sería su mujer, Begoña Gil. “¡Entonces me tenía paquete!”, bromea. Ahora están separados la mayor parte de la semana. “Es lo que peor llevo –admite–, porque nos gusta mucho estar juntos. Intentamos por lo menos estar juntos los fines de semana, aunque no siempre podemos”. Pero ahora tiene a Celia Villalobos a su vera, como vicepresidenta: “A veces saltan chispas y otras está todo bien engrasado. Es muy vehemente y yo soy más tranquilo... ¡aunque también tengo mi pronto!”.
“Seguro que se me escapará más veces el tuteo; qué le voy a hacer, los vascos nos tuteamos mucho”
“Celia Villalobos es muy vehemente y yo soy más tranquilo... ¡aunque también tengo mi pronto!” “¿El beso de Pablo Iglesias? Los gestos que son naturales me gustan; los que son buscados, no”
“El ruido permanente, ese runrún, ahoga el argumento y la razón; lo cortaré cada vez que se produzca”