Gaggan en Sant Benet
La noche en que el Gaggan de Bangkok revalidó su primer puesto en la lista de los mejores restaurantes de Asia, su chef regresó eufórico de la gala que se había celebrado a poca distancia de su restaurante, situado al final de un callejón, y plantó el trofeo de metacrilato de 50 Best Restaurants of Asia a la entrada del local, junto al que había obtenido el año pasado por primera vez. En unos minutos, su cocina se convirtió en una fiesta y todo el equipo iba de un lado a otro abrazándose y haciéndose fotos. Como un faquir, el simpático chef indio preparaba entre las llamas un curry para los amigos que se acercaban a felicitarlo dispuestos a consumir la cálida noche con una copa en la mano.
Gaggan Anand reía sonoramente, con la misma espontaneidad con que suele hacerlo cuando en la sala saluda a sus clientes sin parafernalia. Antes de instalarse en la capital tailandesa, el chef indio quiso pasar por la cocina de El Bulli e hizo prácticas en la fundación Alícia, del Mont Sant Benet, donde obtuvo buena parte de su aprendizaje. Aquella noche, en plena juerga, se acordaba el corpulento Gaggan del director de la fundación, Toni Massanés, y del químico Pere Castells, de quien tanto aprendió de texturas y procesos que no tardaría en aplicar a su cocina.
El éxito de Gaggan no es un tributo a la riqueza de sabores de la cocina tailandesa, como la que muestra en Nahm el chef, el australiano David Thomson, que fue número uno de Asia antes que su colega y que este año recibió un premio a su carrera. Es más bien un reflejo de la realidad en la alta cocina: de la existencia de chefs que viajan, algunos con su memoria a cuestas y otros ansiosos de adoptar nuevas despensas. Y, sobre todo, la evidencia de que la revolución que se gestó en la cala Montjoi sigue influyendo en todo el planeta. Por eso Gaggan, para algunos, no resulta exótico sino de lo más familiar.