Bajo protección.
La derrota en su propia casa, en Florida, dejaría al ‘establishment’ sin su preferido
La campaña del candidato republicano Donald Trump ha entrado en una deriva violenta tras los disturbios del viernes durante un mitin. Trump reapareció ayer en Dayton (foto) con mayores y notorias precauciones.
La mujer se sube al coche aparcado frente a su hogar, acompañada por una adolescente. Se aleja, pero regresa de inmediato. Tras girar y en medio de la calzada, se para, baja la ventanilla y, dirigiéndose en inglés, le pregunta al intruso apostado en la avenida 62: –¿Eres reportero? El curioso se queda tan sorprendido que no sabe qué decir. –Eeeeh, sí. –Ah, me tranquiliza. A veces hay gente merodeando y no sabes cuales son sus intenciones.
Entiéndase. Aunque no se ha identificado, la que propicia la charla es Jeanette Dousdebes (42), conocida por ser la esposa del republicano Marco Rubio (44). “Un senador no dispone de protección y tampoco los aspirantes. Sólo la tiene el que es nominado de forma oficial”, aclara.
Así había arrancado esta histo- ria: de ruta por West Miami. En busca de las raíces de Rubio, esta es otra ciudad. Nada que ver con el ambiente nocturno de Coconut Drove o del municipio de la playa, ni con el artístico barrio de Wynwood o la parlanchina calle Ocho, pese a que en este enclave también predominan los cubanos.
No se ve un alma salvo las que van en el interior de sus carros. En los jardines de las casas unifa- miliares, de nivel alto, no se percibe más trazo de humanidad que el cuidado del césped. Un cartel advierte: “perro agresivo”.
La vivienda del candidato republicano se ubica en un cul-desac. Ahí está aparcado el SUV blanco que al cabo de unos minu- tos se pondrá en marcha y finiquitará la frustración de no dar con alguien al que preguntar por su famoso vecino. “Sé que Marco está muy preparado, creo en él y es buena persona”, asegura la esposa, ahora ya en español.
Recuerda la generosidad de la familia de su marido. Habla de si misma, de su madre, colombiana, que les sacó adelante a ella y sus dos hermanos. De cómo su marido empezó en este suburbio –en otra zona, eso sí–, donde se conocieron en edad juvenil.
“Aquí saben de nosotros, estoy convencida que ganaremos. En todas la elecciones, él siempre ha ido por detrás y se ha impuesto”, subraya. “Florida es el país de Marco Rubio”, indica el cartel instalado en uno de los jardines.
“Esto no se termina el martes”, proclama Jeanette.
Pero existe la convicción de que se ha iniciado la cuenta atrás en su apuesta, de un perfil mucho más bajo del augurado. Rubio se ha convertido en la paradoja del Partido Republicano, víctima del cainismo, dividido entre oficialis- tas y outsiders. Un conflicto azuzado por la irrupción de Donald Trump, que ha tocado la fibra del miedo y el resentimiento. El millonario ha ensanchando la brecha entre el partido –representado por Rubio, el más prometedor unificador–, y el sentir de los ciudadanos, en especial los blancos.
Pese a que se ha reducido el margen, el magnate también lidera en las encuestas de Florida. De llevarse estas primarias, “esto está sentenciado”, afirma.
“No puedes ser el nominado republicano si no ganas en Florida”. Son palabras de Rubio, pronunciadas el pasado miércoles en Haileah, municipio del gran Miami y casi al 100% de origen cubano. “Huelo el sudor de la derrota”, declara Sal Pittelli, uno de los pocos asistentes a ese mitin.
Lo curioso es que, si se pregunta a los cubanos que comparten con él origen y destino, en numerosos casos le repudian. Le tachan de mentiroso por prometerles lo que no hizo. O por acercarse a los demócratas en el asunto de la amnistía a los once millones de inmigrantes sin documentos.
“Rubio tiene un discurso demasiado armado que no trasparenta honestidad”, señala el analista Guillermo Lousteau. “Es muy bueno en campaña, pero si después no demuestras solvencia, la gente desconfía”, añade.
Bajo su criterio, el más adecuado de los aspirantes era Jeb Bush. “Carecía de peso por ser de centro y no un extremista”. Que Bush y Rubio se atacaran mutuamente les perjudicó, “y es una lástima porque cualquiera de los dos habría sido un buen candidato”.
Según Lousteau, Rubio “está muerto” si no gana el martes, pero tampoco tiene nada garantizado con la victoria. La única opción que le otorga es que Trump llegue a la convención de julio liderando en delegados, aunque sin mayoría absoluta. Esto abriría la opción de que el partido eligiera a otro, que podría ser Rubio.
Si este analista observa que Trump ha distorsionado la campaña y ha descolocado a los otros competidores, el profesor José Azel, nacido en Cuba, atribuye la
El propio Rubio reconoce que “un candidato no puede ser nominado si pierde en Florida” Pese al tirón de última hora, las encuestas siguen dando la victoria a Donald Trump en este estado
atracción de cubano americanos sienten por Trump debido a su carga de populismo, “algo que es tan común en América del Sur”.
Más allá de este colectivo, entre las causas del éxito generalizado del millonario no descarta “la sospecha de ciertos prejuicios en esta sociedad respecto a los otros dos aspirantes por su condición de hispanos”, sostiene.
Un activista pro Rubio como Chris Willis, de madre cubana. achaca su liderazgo a los medios, en especial a las televisiones y su sed de audiencia. “Trump está siempre en la pantalla”, lamenta.
A falta de conocer el impacto de los incidentes del mitin suspendido en Chicago (ver página siguiente), Jeanette sonríe al cuestionarle por Trump, el rival que ha ridiculizado a su marido.
–¡Qué te voy a decir...!