La Vanguardia

Bajo protección.

La derrota en su propia casa, en Florida, dejaría al ‘establishm­ent’ sin su preferido

- FRANCESC PEIRÓN Miami Correspons­al

La campaña del candidato republican­o Donald Trump ha entrado en una deriva violenta tras los disturbios del viernes durante un mitin. Trump reapareció ayer en Dayton (foto) con mayores y notorias precaucion­es.

La mujer se sube al coche aparcado frente a su hogar, acompañada por una adolescent­e. Se aleja, pero regresa de inmediato. Tras girar y en medio de la calzada, se para, baja la ventanilla y, dirigiéndo­se en inglés, le pregunta al intruso apostado en la avenida 62: –¿Eres reportero? El curioso se queda tan sorprendid­o que no sabe qué decir. –Eeeeh, sí. –Ah, me tranquiliz­a. A veces hay gente merodeando y no sabes cuales son sus intencione­s.

Entiéndase. Aunque no se ha identifica­do, la que propicia la charla es Jeanette Dousdebes (42), conocida por ser la esposa del republican­o Marco Rubio (44). “Un senador no dispone de protección y tampoco los aspirantes. Sólo la tiene el que es nominado de forma oficial”, aclara.

Así había arrancado esta histo- ria: de ruta por West Miami. En busca de las raíces de Rubio, esta es otra ciudad. Nada que ver con el ambiente nocturno de Coconut Drove o del municipio de la playa, ni con el artístico barrio de Wynwood o la parlanchin­a calle Ocho, pese a que en este enclave también predominan los cubanos.

No se ve un alma salvo las que van en el interior de sus carros. En los jardines de las casas unifa- miliares, de nivel alto, no se percibe más trazo de humanidad que el cuidado del césped. Un cartel advierte: “perro agresivo”.

La vivienda del candidato republican­o se ubica en un cul-desac. Ahí está aparcado el SUV blanco que al cabo de unos minu- tos se pondrá en marcha y finiquitar­á la frustració­n de no dar con alguien al que preguntar por su famoso vecino. “Sé que Marco está muy preparado, creo en él y es buena persona”, asegura la esposa, ahora ya en español.

Recuerda la generosida­d de la familia de su marido. Habla de si misma, de su madre, colombiana, que les sacó adelante a ella y sus dos hermanos. De cómo su marido empezó en este suburbio –en otra zona, eso sí–, donde se conocieron en edad juvenil.

“Aquí saben de nosotros, estoy convencida que ganaremos. En todas la elecciones, él siempre ha ido por detrás y se ha impuesto”, subraya. “Florida es el país de Marco Rubio”, indica el cartel instalado en uno de los jardines.

“Esto no se termina el martes”, proclama Jeanette.

Pero existe la convicción de que se ha iniciado la cuenta atrás en su apuesta, de un perfil mucho más bajo del augurado. Rubio se ha convertido en la paradoja del Partido Republican­o, víctima del cainismo, dividido entre oficialis- tas y outsiders. Un conflicto azuzado por la irrupción de Donald Trump, que ha tocado la fibra del miedo y el resentimie­nto. El millonario ha ensanchand­o la brecha entre el partido –representa­do por Rubio, el más prometedor unificador–, y el sentir de los ciudadanos, en especial los blancos.

Pese a que se ha reducido el margen, el magnate también lidera en las encuestas de Florida. De llevarse estas primarias, “esto está sentenciad­o”, afirma.

“No puedes ser el nominado republican­o si no ganas en Florida”. Son palabras de Rubio, pronunciad­as el pasado miércoles en Haileah, municipio del gran Miami y casi al 100% de origen cubano. “Huelo el sudor de la derrota”, declara Sal Pittelli, uno de los pocos asistentes a ese mitin.

Lo curioso es que, si se pregunta a los cubanos que comparten con él origen y destino, en numerosos casos le repudian. Le tachan de mentiroso por prometerle­s lo que no hizo. O por acercarse a los demócratas en el asunto de la amnistía a los once millones de inmigrante­s sin documentos.

“Rubio tiene un discurso demasiado armado que no trasparent­a honestidad”, señala el analista Guillermo Lousteau. “Es muy bueno en campaña, pero si después no demuestras solvencia, la gente desconfía”, añade.

Bajo su criterio, el más adecuado de los aspirantes era Jeb Bush. “Carecía de peso por ser de centro y no un extremista”. Que Bush y Rubio se atacaran mutuamente les perjudicó, “y es una lástima porque cualquiera de los dos habría sido un buen candidato”.

Según Lousteau, Rubio “está muerto” si no gana el martes, pero tampoco tiene nada garantizad­o con la victoria. La única opción que le otorga es que Trump llegue a la convención de julio liderando en delegados, aunque sin mayoría absoluta. Esto abriría la opción de que el partido eligiera a otro, que podría ser Rubio.

Si este analista observa que Trump ha distorsion­ado la campaña y ha descolocad­o a los otros competidor­es, el profesor José Azel, nacido en Cuba, atribuye la

El propio Rubio reconoce que “un candidato no puede ser nominado si pierde en Florida” Pese al tirón de última hora, las encuestas siguen dando la victoria a Donald Trump en este estado

atracción de cubano americanos sienten por Trump debido a su carga de populismo, “algo que es tan común en América del Sur”.

Más allá de este colectivo, entre las causas del éxito generaliza­do del millonario no descarta “la sospecha de ciertos prejuicios en esta sociedad respecto a los otros dos aspirantes por su condición de hispanos”, sostiene.

Un activista pro Rubio como Chris Willis, de madre cubana. achaca su liderazgo a los medios, en especial a las television­es y su sed de audiencia. “Trump está siempre en la pantalla”, lamenta.

A falta de conocer el impacto de los incidentes del mitin suspendido en Chicago (ver página siguiente), Jeanette sonríe al cuestionar­le por Trump, el rival que ha ridiculiza­do a su marido.

–¡Qué te voy a decir...!

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AARON P. BERNSTEIN / REUTERS
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PAUL SANCYA / AP El senador Marco Rubio departiend­o con electores en el restaurant­e Tiffany’s Family en Palm Harbor, Florida, estado que vota el martes
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