La Vanguardia

Montserrat merece respeto

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La sección de Vivir de hoy publica unas fotos y un reportaje espectacul­ares sobre la infinita imprudenci­a de los seres humanos, capaces de acciones temerarias que rozan la estulticia. En la era de Instagram y de las fotos en los lugares más insólitos, cuanto más inaccesibl­es mejor, el monasterio de Montserrat ha hecho saltar la alarma por una moda que tarde o temprano puede ocasionar una desgracia. Visitantes sin respeto alguno por el patrimonio y la propia integridad física, deciden escalar el monumento que Subirachs dedicó a Ramon Llull. La obra, en la plaza de los Apòstols, en una parte del recinto monástico que se asoma al vacío, consta de nueve bloques de hormigón, que forman una escalera de caracol. El último peldaño, el único estilizado, representa la perfección. Hasta allí se encaraman estos irrespetuo­sos turistas, tras saltar una valla de protección de casi dos metros. Lo más curioso de todo es el nombre de la escultura, la Escala de l’Enteniment.

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