La herencia europea
La fortuna de Isabel Dos Santos, hija del presidente angoleño y la mujer más rica de África, levanta suspicacias
Isabel dos Santos, la mujer más rica de África, ha amasado su fortuna al albur del Gobierno corrupto y dictatorial de su padre, José Eduardo dos Santos, presidente de Angola desde 1979, en un vergonzoso ejercicio de nepotismo.
Algunas bromas almacenan la rabia de un pueblo. En el Basural, uno de los barrios periféricos y más humildes de Luanda, capital de Angola, el vecino José Cardoso contaba a este periodista un chiste de aroma amargo.
—¿Sabes cuál es el único país con apellido? —¿...? —¡Angola dos Santos! Cardoso mantenía que, miraras donde miraras, había una empresa, un edificio o un negocio ligado al presidente José Eduardo Dos Santos, en el poder desde 1979, o de su hija mayor, Isabel. Probablemente no se equivocaba demasiado. El mandatario africano con más años en el poder junto a Teodoro Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial, tiene el control de varias compañías y amasa una de las mayores fortunas del continente. Según Forbes, su primogénita no le va a la zaga. Isabel Dos Santos es actualmente la mujer más rica de África, con una fortuna de 3.100 millones de dólares.
La mayor de la familia dos Santos, nacida en 1973, es propietaria o tiene suculentas participaciones en compañías angoleñas, portuguesas o de otros países africanos en sectores como las telecomunicaciones, diamantes, banca, cemento o el petróleo. Para el Gobierno de Luanda y sus seguidores, la “princesa”, como se la conoce en Angola, es una empresaria de éxito, una mente privilegiada para los negocios y un orgullo nacional. Para la oposición, oenegés y varios defensores de los derechos humanos, Isabel Dos Santos es el mayor ejemplo de nepotismo en un país rico en recursos naturales, pero donde dos tercios de sus 24 millones de ha- bitantes vive con menos de dos dólares diarios.
En una entrevista a The Wall Street Journal la semana pasada, Dos Santos negó la mayor. “No tengo financiación de ningún dinero estatal ni de dinero público”, señaló. “Yo no hago eso”.
Antes, Forbes había atizado la nube de la duda sobre la multimillonaria luso-angoleña. Un artículo titulado “La chica de papá: cómo una princesa africana amasó 3.000 millones de dólares en un país que vive con dos dólares al día”, firmado por el periodista angoleño Rafael Marques de Morais, señaló que la fortuna de Isabel se ha construido sobre dos pilares: con participaciones en compañías extranjeras que necesitan permisos para operar en Angola o a través de empresas concesionarias, creadas ex profeso por su padre y presidente. “Su historia es una rara ventana en la misma trágica narrativa que se apodera de los países ricos en recursos naturales en todo el mundo”, apuntaba.
El Gobierno de Angola desmintió las acusaciones y señaló que el autor del reportaje era un activista con agenda política.
En el texto de Forbes, el antiguo primer ministro angoleño, Marcolino Moco, añadía sombras. “No es posible justificar su riqueza, que exhibe sin pudor (...) No hay duda de que el padre ha generado tal fortuna”.
Nacida en la antigua Unión Soviética —actual Bakú, capital de Azerbaiyán—, donde su padre se enamoró de una ajedrecista rusa profesional, amén de sumergirse en la doctrina marxista y graduarse en ingeniería, Isabel dos Santos ha adoptado siempre un perfil discreto, sin demasiadas apariciones en prensa. En un almuerzo con un periodista del Financial Times, optó por echar balones fuera. “La mayoría de rumores que has oído no son ciertos”, le espetó.
Para “la princesa de Angola”, hace falta más que contactos para construir una fortuna sobre decenas de negocios en varios sectores. “Creo que hay mucha gente con conexiones familiares que no ha llegado a ninguna parte –señaló en el mismo almuerzo–. Pero si trabajas duro y con determinación, lo conseguirás; y ese es el inicio de todo. No creo en caminos fáciles.”
Pese a su determinación, en Bruselas su riqueza también ha arqueado algunas cejas. Hace unas semanas, cinco eurodiputados pidieron que se investigara si usó fondos públicos procedentes indirectamente del crudo angoleño en la compra de la empresa lusa Efacec.
En los últimos días, CaixaBank también se ha topado con el nervio empresarial de Dos Santos, con quien negocia para comprar su participación en el BPI, una de las principales entidades financieras de Portugal. Bruselas exige a la entidad que se desprenda de su negocio en Angola si no quiere ver penalizados sus ratios de solvencia.
Sus simpatizantes dicen de Isabel Dos Santos que su éxito nace de su ambición y el buen olfato para los negocios. Sus detractores, que su imperio está levantado sobre el expolio de los enormes recursos de Angola y gracias a una línea directa con el palacio presidencial. Y que esa conexión no huele bien: en el ranking de corrupción de Transparencia Internacional, Angola ocupa el 163 de 168 países.
La hija del presidente tiene 3.100 millones de dólares en un país cuyos dos tercios viven con menos de dos al día