PONGA UN PUEBLO EN SU VIDA
Recorrido por aldeas abandonadas que un día fueron compradas por un único dueño
La oferta de pueblos abandonados se ha convertido en una oportunidad inmobiliaria por motivos de lo más variopintos.
Para qué conformarse con una o dos casas si se puede comprar todo el pueblo. Es lo que en su día pensaron familias como la de Juan Antonio Samaranch (el yerno y la hija del que fue presidente del Comité Olímpico Internacional son dueños de la práctica totalidad de Castarlenas, una aldea en ruinas en el Ribagorza de Huesca); el propietario de las clínicas dentales Vitaldent (compró en el año 2007 el pueblo de Montgarri, en Val d’Aran); un arquitecto de Tarragona (ha creado una pionera cooperativa para resucitar la aldea de Solanell, en el Alt Urgell) o un empresario vinculado con una conocida firma de moda, dueño de buena parte de Sendes, otro pueblo abandonado en el Pirineo de Lleida.
Son sólo cuatro ejemplos de un mercado inmobiliario discreto como pocos en las negociaciones, pero que vuelve a gozar hoy de muy buena salud, con una cartera de potenciales clientes que aumenta (crece el interés de inversores extranjeros) y una carta de ofertas (en España hay alrededor de tres mil aldeas abandonadas, más de un centenar de ellas en Catalunya) muy amplia y variada. Así lo afirma, al menos, Elvira Fafian, gerente de la web Aldeasabandonadas, con sede en Barcelona y pionera en la venta de núcleos deshabitados.
Desenmascarar las motivacio- nes o intereses de esas personas o familias que un día descubrieron uno de esos pueblos abandonados y en ruinas y dijeron “me lo quedo todo” resulta complicado incluso para los propios habitantes de esas comarcas. Cada caso es un mundo. De los cuatro ejemplos citados el que más repercusión está teniendo en el territorio es el de Solanell. Una historia que comenzó hace doce años cuando un arquitecto de Tarragona, Saúl Garreta, descubrió por motivos laborales esta aldea del municipio de Montferrer i Castellbò Hoy la pionera cooperativa impulsada por este arquitecto es propietaria del ochenta por ciento de las casas de Solanell. Y en estos doce años tres viviendas han renacido de sus propias ruinas, se está trabajando en otras dos casas y han concluido ya las obras de construcción de un albergue. La inversión, calcula Garreta, pasa de los seiscientos mil euros. Y recalca que en esta aventura nunca ha habido un interés especulativo. El proyecto se está ejecutando con la colaboración de la cátedra de Vivienda de la Universitat de Tarragona y la hoja de ruta lo marca la ley de Propiedad Intermedia. Una norma que combina el alquiler con la propiedad. “Aquí nadie va a especular con estas casas renacidas de las ruinas –afirma Saúl Garreta– pues todo se mueve bajo el paraguas de la democracia de una cooperativa mixta”. El objetivo que nunca ha perdido de vista este arquitecto –tuvo que buscar uno a uno a los herederos de los antiguos dueños de las casas para comprarlas– es el de “devolver la vida a Solanell (abandonado en la década de los setenta) y conseguir que el único propietario de ese núcleo vuelva a ser, como lo fue en su día, el propio pueblo. Nosotros no nos sentimos dueños de nada”, asegura. La estrategia desplegada por las personas que hoy constan como propietarios de Solanell complace a antiguos habitantes o herederos de las personas que un día dieron vida a ese pueblo. Es el caso de Enric, cuyos padres nacieron en esa aldea y en la que él vivió sus primeros años de niñez. “Puede haber un poco de nostalgia, pero mis padres vieron que aquí no había ningún futuro ni para mí ni para mis hermanos. Así que emigrar fue la mejor opción”, afirma. A Enric le reconforta ahora ver que esa cooperativa está reconstruyendo poco a poco ese mundo en el que él se crió. “Peor sería que lo
Las motivaciones en la adquisición de todo un pueblo abandonado son variadas. Mientras unos los resucitan, otros se limitan a contemplar cómo aumenta la ruina