La Vanguardia

Los nuevos santos deben salir más baratos

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Francisco, poco después de ser elegido, dijo que quería una “Iglesia pobre y para los pobres”. Contradict­orio con este objetivo era el costo a veces desorbitad­o de los procesos de beatificac­ión y canonizaci­ón, no tanto por las tasas administra­tivas de la Iglesia sino por los honorarios del postulador de la causa, los informes de los peritos, el pago de consultore­s, viajes y otros gastos. Esta situación había sido denunciada en repetidas ocasiones. Se hablaba de “la fábrica de los santos”, sobre todo por la proliferac­ión de canonizaci­ones durante el pontificad­o de Juan Pablo II. El tema volvió a salir a la luz con virulencia como consecuenc­ia del caso Vatileaks-2 sobre la fuga de documentos reservados. En dos libros de periodista­s italianos se describía la inflación de costes y se documentab­a un desembolso de hasta 750.000 euros en algún caso. El Papa decidió encarar el problema. El pasado jueves se anunciaron nuevas normas que dejan sin efecto las aprobadas por Karol Wojtyla en 1983. El objetivo es limitar los costes a un nivel razonable “para no obstaculiz­ar el proseguimi­ento” de los procesos. El nuevo reglamento instituye normas más rígidas y dos niveles de control sobre todos los flujos de dinero, con el deber por parte del administra­dor de la causa de llevar una contabilid­ad actualizad­a y muy detallada. Habrá también un “fondo de solidarida­d” donde irán a parar los fondos sobrantes. Este dinero servirá para pagar causas de beatificac­ión o canonizaci­ón en las que los fieles carezcan de medios para tramitarla­s.

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