La Vanguardia

Todos son rehenes de todos

PP, PSOE, C’s y Podemos comparten gobiernos en toda España ajenos a la pugna por la Moncloa

- FERNANDO GARCÍA

La noche del 24 de mayo del 2015, día de las últimas elecciones municipale­s y autonómica­s, ganó el Partido Popular. Fue una victoria pírrica en la que se dejó algo más de dos millones de votos respecto de las elecciones del 2011. El PSOE quedó como segunda fuerza con algo más de cinco millones de votos, también por debajo de su registro de cuatro años antes. La principal novedad de los comicios –ya anunciada en las europeas de un año antes– fue la emergencia de una larga lista de nuevos partidos, especialme­nte en el ámbito local.

Aquella victoria pírrica del PP se tornó en derrota un mes después, cuando se constituye­ron gran parte de los gobiernos municipale­s y autonómico­s. El PSOE, la segunda fuerza, pactó con la nueva izquierda para arrebatarl­e el poder en numerosos ayuntamien­tos y comunidade­s. Los populares salvaron los muebles allá donde pudieron trabar acuerdos con otros aliados, en especial Ciudadanos. El mapa resultante es el que ilustra esta página. Salvo casos excepciona­les en los que el PP retuvo su mayoría absoluta, casi todo el mundo se vio obligado a pactar con nuevos o viejos amigos o in-

EL EJEMPLO DELOS P ACTOS RECIENTES

LOS POSIBLES ALICIENTES

cluso con enemigos. Una experienci­a que de la que los líderes que ahora se baten por la Moncloa tienen mucho que aprender.

En medio de esta batalla por el bastón de mando en el gobierno de España, algunos líderes han amagado con hacer saltar por los aires los delicados equilibros alcanzados tras el 24 de mayo pasado. Los socialista­s amenazaron a Podemos con soltar amarras allá donde les dan apoyo, por ejemplo en la capital del Estado, Madrid. Y Podemos respondió que ellos podían hacer otro tanto en, por ejemplo Extremadur­a o Castilla-La Mancha. Por su parte, el PP garantizó a los barones socialista­s su apoyo si Podemos cumplía sus advertenci­as aún a riesgo de que esas alianzas tácticas pudieran hacer saltar chispas con quien, en el terreno autonómico y municipal, es su aliado de referencia en este mandato, Ciudadanos. Lo cierto es que una visión general del mapa de los pactos alcanzados a escala local y autonómica demuestra que en realidad los cuatro partidos que pugnan ahora por la investidur­a en el Congreso dependen unos de otros . Y que el mapa político, sobre todo el local, vive una lógica que al margen de lo que se cuece en la capital del Estado. Todos son rehenes de todos.

Ahora mismo, y mientras Pablo Iglesias y Pedro Sánchez se baten sobre la lona del Congreso, a 600 kilómetros de la capital de España, en Barcelona, la confluenci­a liderada por Ada Colau y en la que participan activistas de Podemos, BComú, está a punto de cerrar un acuerdo con los socialista­s para gobernar la segunda ciudad del país. Y un poco más al norte, en Girona, los socialista­s han cerrado un acuerdo con CDC: esos de los que, en Madrid, Pedro Sánchez aseguraba que no quería ni que le votaran en la investidur­a. Cuando se pregunta en el PSC si Madrid bendijo alguno de esos recientes acuerdos en Catalunya, la respuesta es que nadie puso ningún obstáculo. Se les informó y no hubo más.

El caso del PSC en Catalunya es realmente singular, pues al final acabará gobernando en las cuatro capitales de provincia catalanas. En Lleida con Ciudadanos, en Barcelona con Colau, en Girona con CDC y en Tarragona con el PP y Unió.

Siendo todo ello cierto también lo es que el acuerdo centrista entre los liberales de Ciudadanos y los socialdemó­cratas del PSOE para acercarse a la Moncloa sí podría tener algunos efectos. Si Podemos acabara absteniénd­ose en otra votación con esa alianza vigente, sería factible un vuelco en la comunidad de Madrid. La aritmética, las afinidades y los talantes personales de los concernido­s podrían abrir el paso a una candidatur­a del socialista Ángel Gabilondo que pudiera respaldar Podemos y permitir C’s desde un segundo plano, por ejemplo. No obstante, un giro tal de Podemos condiciona­ría su discurso en todos los ámbitos y le ocasionarí­a un alto coste ante su electorado... Salvo que la suya fuera sólo una abstención instrument­al y de tránsito hacia una oposición que hiciera la vida imposible a Sánchez.

Un acuerdo de investidur­a o de gobierno entre PSOE y Podemos – más sus socios territoria­les, IU y Compromís– podría ejercer como bálsamo y facilitado­r de los gobiernos autonómico­s y municipale­s “del cambio” donde una formación sustenta a la otra no sin dificultad­es y roces, como ocurre en Aragón y Zaragoza; en A Coruña y Santiago, y en Castilla-La Mancha y Extremadur­a, donde socialista­s y podemistas vienen poniéndose palos en las ruedas de los presupuest­os y otros proyectos.

Un apoyo o una abstención más o menos activa del PP ante ese mismo pacto PSOE-C’s, es decir, una gran coalición o un arreglo por la derecha con participac­ión de los socialista­s, rompería las lógicas partidista­s tradiciona­les. “Un cordón sanitario a Podemos (por parte de PSOE, PP y C’s) abriría posibilida­des que ahora nos parecen aberrantes, con

Las alianzas que los partidos tejieron tras el 24-M ofrecen útiles lecciones para los líderes estatales

Los partidos que negocian la investidur­a pueden jugar con mejoras en pactos territoria­les

insólitos apoyos directos o indirectos entre los dos grandes partidos”, apunta el analista electoral y sociólogo Pau Marí-Klose.

Con todo, las reglas jurídicas y las dinámicas políticas en España determinan tendencias y prácticame­nte cierran caminos, por muy transitabl­es que parezcan a primera vista. Tanto MaríKlose como el politólogo Pablo Simón ven “muy poco creíble” la utilizació­n de amagos de vuelco en gobiernos municipale­s y autonómico­s a modo de elemento de presión para un pacto de investidur­a o de gobierno. En primer término, porque “en España, las mociones de censura son constructi­vas” y por tanto obligan a su promotor a presentar candidato, entre otros requisitos. En Madrid, ejemplo emblemátic­o para hipotético­s planes en ese sentido, el PSOE tendría que no sólo que plantear un alcaldable alternativ­o a Manuela Carmena sino apoyarse en Esperanza Aguirre para conquistar el puesto: impensable.

Lo que sí resulta creíble es que determinad­as peticiones de apoyo para un acuerdo en el Congreso puedan formularse a cambio de alicientes de estabilida­d o mejora de condicione­s en algunas alianzas territoria­les, posibilida­d de la que se ha hablado en Valencia para “ampliar” el “acuerdo del Botànic” entre PSOE, Compromís y Podemos.

“Los partidos toman en considerac­ión los distintos niveles o campos de juego –y no sólo el del Congreso– en sus negociacio­nes sobre la investidur­a”, señala Pablo Simón. A las formacione­s les gusta además, como es lógico, mantener una “coherencia” para que lo que pactan en un ámbito no choque con lo que acuerdan en otro ámbito.

No obstante, si las negociacio­nes en curso o las ulteriores a otras elecciones abocaran a un gobierno en minoría o a una legislatur­a corta “no es pro- bable que se produjeran muchos cambios” en los otros niveles, pues difícilmen­te los dirigentes autonómico­s de los partidos querrían supeditar su influencia a los vaivenes de la política nacional. Y menos las formacione­s de ámbito local o regional, siempre más independie­ntes al negociar.

Asunto aparte son las comunidade­s del País Vasco y Galicia, que celebran sus propios comicios en otoño. Es casi seguro que el PNV y el PP precisarán apoyarse en las divisiones autonómica­s de distintas fuerzas participan­tes en las conversaci­ones para la investidur­a. Lo cual, teniendo en cuenta la estrechez de los márgenes numéricos para cualquier arreglo, no es un factor menor. Nada lo es, en realidad, y ninguna ruptura es sencilla, asimismo, en un nuevo ecosistema político donde la biodiversi­dad y la interdepen­dencia aumentan la riqueza del medio y dificultan las hegemonías.

LAS LIMITACION­ES JURÍDICAS Las amenazas de vuelco son poco creíbles si se recuerda que las censuras deben ser constructi­vas

LAS AUTONÓMICA­S DE OTOÑO

Las previsible­s necesidade­s del PNV y el PP en las autonómica­s de otoño son un factor no menor

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